¿Dónde está el Socialismo en lo que haces?

Esta era una pregunta recurrente que Chávez le hacía a sus funcionarios de Gobierno cuando les pedía cuentas de los proyectos que estaban realizando. Lo hacía de forma privada, según cuentan muchos, y también lo hacía públicamente; en varias ocasiones lo escuché preguntar por televisión mientras mandaba un balde de reclamos en cadena nacional. Y en verdad, la pregunta no deja de ser una invitación a la reflexión, sobre todo si quien la hace está comprometido con utilizar los recursos en mejoras para la sociedad. Pero también es una pregunta burlona y revanchista, cuando la hacen mientras se contrasta un discurso socialista frente a la ostentación material de los encargados políticos de responderla, una trampa epistemológica en la que caemos fácilmente y terminamos asociando al socialismo con la corrupción. La ideología política no tiene mucho que ver con la corrupción, ni en el capitalismo ni en el socialismo; son cosas distintas. La corrupción tiene que ver con la ética, y esa es una actitud personalísima.

En principio, todas las ideologías que he conocido ofrecen la felicidad y el bienestar para sus fieles creyentes, desde las políticas hasta las religiosas, las espirituales y las materiales, desde las formales hasta las informales. Todas aseguran que al final del camino los habitantes del planeta estaremos comiendo flores, caminando descalzos y felices en una tierra próspera y abundante donde la justicia será la reina de las virtudes, como decía Bolívar, y el paraíso finalmente se hará terrenal, se instalará a nuestros pies. No conozco ninguna ideología que ofrezca lo contrario.

Lo que esconden es el cómo y quiénes son los que llegarán a la meta. La mayoría, por no decir todas, hablan paja de las otras ideologías: pobre de aquellos equivocados que creen en caminos distintos al que yo te ofrezco. No te explican el cómo llegarán porque la respuesta es muy fea, las matazones y las guerras que en nombre de las ideologías se han hecho para aniquilar al enemigo (a los disidentes) no son tan fáciles de justificar. Y tampoco te dicen quiénes llegarán porque es complicado convencer a un pendejo de que se inmole para que sus líderes puedan andar caminando en la nube prometida. Para llegar a esa gramita del paraíso utópico hay que omitir algunos pasos y explicaciones del procedimiento, por pura prudencia.

Y aquí es cuando de nuevo me hago la pregunta: ¿dónde es que está el socialismo?

Se supone que el Socialismo (ahora en mayúscula, para identificarla como una ideología), atiende a los asuntos sociales de la población, en la misma forma en que el Capitalismo atiende a los asuntos del capital que pertenece a la población; el Cristianismo lee las enseñanzas de Cristo en la Biblia, así como el Islamismo guía a los musulmanes según el Corán; el Nazismo es una ideología cuyos practicantes quisieron encargarse del Comunismo, del Judaísmo, de la sexodiversidad y de unas cuantas cosas más; pero en fin, cada ideología se preña de buenas intenciones prometiendo la felicidad a sus seguidores. Aunque mejor nos vamos quedando con el Socialismo que es el que me interesa discutir.

En teoría, cualquier cosa que se haga para beneficiar a la población sería válido, como dije antes, y en el Socialismo, mejorar las condiciones de la población es un objetivo superior: las materiales y las espirituales. Por eso Marx decía que para que surgiera el Socialismo era indispensable aumentar los niveles de producción que se lograrían con el impulso del Capitalismo. Así que el primero sería como una evolución del segundo, arrancaría cuando las necesidades materiales de la población estuvieran satisfechas, gracias a los excedentes del Capitalismo, para luego pasar a la satisfacción de las necesidades sociales y espirituales, con la dictadura del proletariado, todos en ruta hacia el Comunismo. Claro, pensar con la barriga llena es más sencillo. Lo que no es sencillo es explicarle ahora a un obeso, con la barriga repleta de Capitalismo, que debe rebajar de peso porque si no lo hace, no habrá justicia en el mundo. Imagínate.

Honestamente, el “cómo” que Marx planteó en su ideología no me satisface. Devolvernos desde la avaricia y el individualismo que desatan el Capitalismo, y hacerlo por una supuesta dictadura del proletariado luce como una faena muy complicada, por no decir imposible. Es tan complicado como intentar poner orden en una fiesta después que ya todos están borrachos ¿Dónde está la indispensable formación ideológica del proletariado para dictar (según la dictadura aquella) con suficiente fuerza las directrices que deben atender quienes hoy tienen el poder del capital? ¿Con qué educación se va a lograr el esfuerzo de organización mínima necesaria para dictar las reglas de una nueva sociedad? ¿se podrá hacer con la educación y la doctrina que los capitalistas nos suministran?

La avaricia es otra actitud personalísima, igualita a su compinche la corrupción. Ninguna de las dos tiene que ver con lo que plantea el Capitalismo, pero las dinámicas económicas que se gestionan bajo este modelo, que supuestamente genera tantos excedentes, aumentan mucho las posibilidades de que se desarrollen. Quien tiene uno, aspira diez, y cuando tiene diez, aspira cien. Mírense en el espejo y respondan con sinceridad si somos o no somos así. El afán del lucro es el motor de la competencia que reduce los costos, los que a su vez, benefician a los productores y a los consumidores, según decía Adam Smith, para luego derramar las gotas de la riqueza hacia abajo. Pero este afán baila pegadito con la avaricia y con la corrupción, inevitablemente juntos y en complicidad.

La disciplina, la honestidad, la responsabilidad, el sacrificio, en general, la autoregulación y el respeto a los demás también son actitudes personalísimas. Usualmente se desarrollan con la educación: la parental en primera instancia, y luego la formal en la escuela y en el contacto con la sociedad. Aquí entran al juego las ideologías, permean desde la parental y se suman a las que se difunden desde la massmedia. Otra vez miren al espejo y pregunten si por los medios y en la vida social se enseña algo que tenga que ver con reforzar alguno de los valores que se acaban de listar.

En una fiesta en la que todos ya están borrachos no es mucho lo que se puede hacer, es preferible salir aparte al patio con gente nueva y tratar de configurar un nuevo orden. Para mí, ahí, en esa opción paralela y al margen, es donde quizás podamos encontrar el Socialismo. Para que este pueda crecer aparte, de a poquito. Desde las reglas de la borrachera habrá que dictar las condiciones para que en el patio, con quienes decidan y entiendan el papel y la responsabilidad histórica, se vayan sentando las bases de la igualdad social y respeto que enmarca a la ideología. A los borrachos hay que dejarlos en la fiesta, darles una botella de vez en cuando para que se les escape una buena Ley, e ir rescatando bloque a bloque lo que haga falta para construir confianza.

¿Dónde está el Socialismo? En todo lo que haga crecer y fortalecer la consciencia; en todo lo que provoque una discusión permanente sobre cuál es ese rumbo que no conocemos; en todo lo que permita la sostenibilidad, en la creación de los espacios productivos indispensables, en la educación para la vida, en el trabajo honesto y en el sacrificio genuino. Nadie conoce el camino al paraíso aquel, quizás ni exista; nadie sabe cómo es ni dónde estará el Socialismo, todo hay que crearlo desde nuestra inteligencia y con nuestro esfuerzo y discusión colectiva.

La fiesta sigue, la borrachera persiste y se riega; hasta se quieren meter al patio. Por eso es que hace falta que quienes tengan la convicción los contengan, no cedan ni se dejen arrastrar, que sigan fieles hasta el final, hasta lograr la masa crítica que logre torcer ese rumbo actual que nos lleva al despeñadero. El Socialismo no ofrece la salvación, se supone que bajo su concepción de la vida en común es posible encontrar un camino para acercarse a ella. Pero el camino no va a aparecer solo, y menos si todos estamos borrachos.


Comentarios

  1. Interesante tema y postura, como se sabe, el "meollo" del asunto.
    Sería conveniente que en medio de nuestras discusiones estableciésemos la Formación Ideológica como materia obligatoria de quienes conformamos el Partido.
    GARANTIZANDO desde luego, material y personal idóneo NO conductista para el proceso de discusión.

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