Las mieles del imperio


Cada vez que algún compatriota me ve montado en un Toyota, mandando mensajitos en un Blackberry o me pilla windsurfeando me toca escuchar la frasecita ladilla: “...eeesooo, te gustan las vainas del imperio ¿No? Así sí es chévere ser chavista...”. Patético.

Y es que acaso montarme en un windsurf ¿me hace cómplice de los imperialistas? Si a la comparación vamos, entonces, un ciudadano de esos mundos que coma chocolate, masque chicle o tenga un arco y una flecha de adorno en su casa, se vuelve automáticamente tercermundista y arrastrado.

Creo que la discusión está en analizar y diferenciar lo que significan realmente los términos imperios e imperialistas (por cierto, en Wikipedia encontré una explicación bastante buena de la diferencia entre los términos). Pero ese no es el tema.

Los productos del llamado “imperio”, cosas que se fabrican en países a los que fácilmente etiquetamos de ese modo, como los Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, etc., son mercancías de intercambio que generalmente (apostaría lo que fuera) tienen su raíz originaria en manufacturas tradicionales del propio pueblo de esos países. Es decir, no es que el imperio produce whisky y cada vez que me pueda echar un palo estoy celebrando con las mieles del imperio (no bebo, por cierto). 

Una de las vainas más populares que siempre ha existido en la historia, populares por el origen que tienen en el pueblo raso, son las bebidas alcohólicas: en cualquier pueblo hay un alambique. Una bebida con un buen sabor no es el sabor del imperio, es el gusto por un sabor del pueblo explotado comercialmente por el imperio. El imperialismo hace su aparición cuando utiliza una buena propaganda con la que te siembra una asociación inconsciente entre la bebida del pueblo y el éxito; cuando te convence de que un buen momento, de éxito o de triunfo, está irremediablemente asociado a un campaneo con el mejor whisky: toda celebración se debe hacer con el licor del pueblo y el imperialismo está ahí atento para vendértelo.

Las heridas producidas por el imperio quedan en evidencia cuando vemos que nuestros adolescentes (ni hablar de los adultos) ya no saben como compartir sin bebidas alcohólicas; cuando el alcoholismo infantil ya es una una enfermedad epidémica. Algo similar ocurre con el cigarro (y con mil cosas más), fabricado con el tabaco que utilizaban los shamanes en rituales y ceremonias ¿Algo más popular que eso?

El imperialismo ataca cuando con su propaganda induce a los indefensos adolescentes a que echen humo por la boca, porque de esa forma seguramente serán apreciados como más seguros y maduros en su agresivo entorno social (que también ha sido construido por el imperialismo). El humo los convierte en líderes. Búscame un intelectual que no se adorne con un cigarrillo o con una pipa. Una vez que te siembran el vicio, el imperio del tabaco cosecha el hábito del consumo hasta el último de tus días. Ahí está el imperialismo para satisfacer todas tus ansias implantadas. Ahí está el poder imperial cosechando las siembras del individualismo, el consumismo y el modernismo.

Populares son la marijuana, el whisky y el cocuy artesanal, el chocolate, la hoja de coca. Imperialistas son la marijuana sintética (producida como arroz en los EEUU), el éxtasis, la cocaína, y todos los chocolates cargados de saborizantes, preservativos y sustancias adictivas.

Populares son los problemas de disfunción eréctil, imperialista el Viagra que se toman los adolescentes porque necesitan competir con las exhibiciones sobrehumanas de Internet. Internet también es popular, aunque imperialista es el uso de semejante medio para aumentar el mercado (y el consumo) de cualquier cosa, incluyendo órganos y pornografía infantil.

Populares son los teléfonos celulares, pero imperialistas son las compañías que invaden el Congo para robarles el coltán, dándole armas al pueblo para que se maten entre sí, mientras ellos explotan el mineral y lo usan en los celulares y en todos los aparaticos de música y video juegos, tan populares ellos.

Popular es un buen par de zapatos para hacer ejercicios, imperialistas los barcos factoría en aguas internacionales en donde explotan las manufacturas de esclavos que los fabrican.

Popular es el maíz, muy popular; imperialistas las compañías que obligan a los agricultores a utilizar transgénicos para que dependan por siempre de las semillas y los agrotóxicos que les venden.

Pero resulta que los imperios ahora no son países ni territorios, como antes. El emperador no es una persona. Uno sigue creyendo como un pendejo que los imperios son los EEUU (el más grande), Rusia, Inglaterra, etc., cuando resulta que el verdadero imperio es el del capital (como persona jurídica), que existe y no tiene territorio; se asienta en el lugar donde esté mejor protegido, donde pueda controlar la maquinaria y la fuerza que garantice su dominio imperial. Por eso es que uno llega a creer que los estadounidenses son unos imperialistas y que a uno le gustan las cosas del imperio. La realidad en que son unas personas muy eficientes y trabajadoras, absolutamente enajenadas y mediatizadas, increíblemente ignorantes respecto a la realidad del resto del mundo y que, como si fuera poco, soportan con su esfuerzo productivo y con la fantástica deuda colectiva que sus gobiernos asumen por ellos, las avanzadas del verdadero poder imperial, asentados en su territorio y al mando de la maquinaria de guerra más fabulosa en toda la historia de la humanidad

¿Son imperialistas los gringos? Pendejos, diría yo. Todos creyeron que Obama les iba a dar un cambio y ahí están, pelando mas bolas que nunca y con una economía que va palo abajo. El color de Obama fue sólo el color del engaño, es el único cambio que verán. En otra de mis reflexiones dije que los gringos (el pueblo estadounidense) son los primeros jodidos del imperialismo. Un pueblo acostumbrado a trabajar, que lo hace muy bien por cierto, pero que está jodido por su sistema económico y en una permanente lucha por la supervivencia; ahogándose en una sociedad difícil y embelesada por el American Way of Life.

Esa sociedad, tal cual es (forjada como consumista compulsiva), no podría existir sin la explotación miserable que las compañías imperiales asentadas en su suelo hacen en el resto del mundo, robando y saqueando recursos por todo el planeta. Ese es el imperio.

Entonces, no me vengan a ladillar con el cuentico de que me gustan las vainas del imperio. No lo simplifiquen tanto.


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