Reflexión frente al tarjetón

Creo que estamos llegando a otro momento crítico en el que nos toca asumir las consecuencias de no haber resuelto esas dependencias económicas que históricamente hemos tenido, y que parece que ni siquiera terminamos de identificar. A pesar del gigantesco esfuerzo de inversión social que se ha venido haciendo con voluntad de Gobierno y con apoyo desde el Estado, para que terminemos de despegarnos de la cultura rentística, cada vez que estoy frente al tarjetón electoral me convenzo más de que no se ha logrado lo suficiente y como que vamos hacia peor ¿Qué ha pasado? Simple, que nos hemos diluido por lo cómodo, el billete como que nos aburgesó, dirían algunos, quizás hasta nos habremos burlado de los gallineros verticales o de los cultivos en los techos. Me refiero no tanto a las responsabilidades individuales, que son terribles cuando van con la dirigencia, sino más a las colectivas que son definitivas cuando nos llega la hora de rendir cuentas. Porque la inercia social es muy complicada de vencer.

Tampoco pienso en lo que cada uno de nosotros hizo, sino en lo que terminaron haciendo los demás: la individualidad usualmente es arrollada por la colectividad. Ya el hecho de plantearse la pregunta: ¿qué hice yo? es un avance en la expiación de la culpa, pero lo que más se oye es qué carajo hace el gobierno para mejorar la situación del país, como si el peo del país no fuera el peo de cada uno de nosotros.

 La gente se queja de que no le pagan un sueldo digno, y entonces me pregunto: ¿por qué carajo no vas a buscar otro sueldo más digno, o te pones a producir y dejas el puesto libre para otro menos dignado? ¿por qué no te pones a sembrar, a cosechar, a reparar neveras, a hacer mermelada con el azúcar el CLAP?, o a vender empanadas en una esquina, como sí hemos visto que somos capaces de hacerlo en Perú, Ecuador o Chile. No entiendo cuál es la traba, porque hay un gentío que sí lo hace, no se queja sino que se faja a resolver, y después los ven hasta con envidia, aseguran que está enchufado o se conectó en el partido.

La miopía rentista, de la que estamos infectados desde hace más de 100 años, no encuentra ni supone la conexión entre trabajo y riquezas, en lo único que pensamos es en empleo y sueldo. Se queda Pablo Pueblo con la mano extendida esperando la limosna, y no entiende que el limosnero mayor, el negrito petrolero que financiaba todo, está encarcelado por el imperio. Era muy fácil para los imperialistas cortarnos el aire, sabían que somos unos parásitos petroleros y que con cerrarnos el chorro era suficiente para hundirnos. Y lo hicieron. Saben que funciona y seguirá funcionando hasta torcernos el brazo. Y nosotros todavía quejándonos de que el sueldo mínimo y tal no alcanzan para los remedios, que la pensión, que lo otro, mientras el patio de la casa no tiene ni una mata de cambures o unas gallinas para los huevos. El petróleo nos volvió tan inútiles que se nos olvidó hasta preparar una arepa con maíz pilao, o aprender a reparar electrodomésticos. Y para remate como mal ejemplo, con flojera y junto a esta peladera uno ve a los “enchufaos” haciendo contratos con el gobierno y disfrutando una vida sabrosa en medio de la crisis.

Eso sí da arrechera. El grupito de chupasangres que se rumbean la poca plata que entra al país y lo hace a uno concluir peligrosamente frente a la máquina de votación que debemos castigarlos, a ver si a ellos les toca defender su “patria”. Esos personajes eliminan el interés por seguir votando (Luis Britto los llama "matavotos"), no provoca apoyar un modelo emancipatorio real que les toca a ellos conducir y que ni siquiera conocen. Culpamos al gobierno por permitir esas cosas y de la mala situación, cuando en realidad lo que está mal es la actitud colectiva de permisividad y abandono.

Un gobierno que ahora está quebrado no puede hacer más nada sino repartir migajas. La riqueza la construye el trabajo de la gente, no vendiendo celulares o revendiendo plátanos, sino fabricando celulares y sembrando plátanos. Si no fabrico ni cultivo nada, nos toca entonces comprarle a quien sí lo hace, y para comprar, lo único que hemos hecho durante más de 100 años es sacar petróleo y cambiarlo por celulares y plátanos. Ahora nos quejamos de tener un sueldo miserable pero no pensamos en que casi no sabemos hacer nada. Igual que el mantenío de la casa. Los gringos sabían eso, porque nos vendían de todo, nos robaban el petróleo y nos robaban también con el sobreprecio de celulares y plátanos. Galeano lo explica clarito en “Las Venas Abiertas de Latinoamérica”. Alguno de los que se quejan que no les alcanza la pensión, ¿se ha leído y entendido el fondo contable del libro? ¿Tocará explicar otra vez por qué no puede subir el sueldo mínimo?

¿Qué tenemos adelante? Otro proceso eleccionario hacia el que nos movemos por pura inercia, con razones casi todas proveniente del hipotálamo y ninguna de la corteza cerebral. Decimos que Maduro no ha hecho un carajo por el bienestar del pueblo, concluimos que el país está arruinado por su culpa, que no es como cuando Chávez que teníamos un buen sueldo y había trabajo. Cuando Chávez, el mismísimo Chávez nos advirtió un montón de veces, que aprovechando que había billete y apoyo, activáramos las Comunas y la organización social: la P de los CLAP (Producción), los conucos colectivos, la producción solidaria. Nos dijo de mil y un formas que teníamos que echarle bolas para producir el sustento material que nos permitiría enfrentar al acaparador del norte, la comida que nos dejaría pensar con calma para construir el Socialismo. De muchas maneras nos estuvo advirtiendo que nos iban a meter el palo y que debíamos prepararnos, porque eso de pretender recuperar la propiedad y el control sobre un recurso tan importante como el petróleo recibiría una respuesta contundente del imperialismo. Dicho y hecho. No le paramos bola, hasta nos burlamos, puro “socialismo” de los dientes para afuera y una fiesta inolvidable de billetes para todos lados (hablo del grueso claro, con las honrosas excepciones). Puro bochinche, como decía Miranda, y el imperialista esperando paciente en la bajadita. Más que el daño que nos hacen desde afuera, el imperialismo lo que ha hecho es aprovecharse de las enormes grietas internas que les hemos regalado.

Ahora acusamos a Maduro de neoliberal y derechista, nada de socialismo ni legado de Chávez un coño ¿Será que hubiera sido mejor seguir a ultranza con las reglas de un Socialismo al que nadie le para bolas, quedándonos sin comida y viviendo sólo del discurso y de las "ideas", para terminar en una guerra civil por el hambre? ¿o quizás frente al escenario real de una hambruna, el Gobierno se vio obligado a trabajar con asquerosos explotadores capitalistas de derecha, para que al menos produjeran la comida y evitar que los "socialistas" nos matáramos por hambre? Es muy fácil acusar al otro de que se volteó a la derecha, cuando nosotros abandonamos la tarea que nos tocaba de construir la izquierda ¿de dónde sale la comida para los izquierdosos que critican a los derechizados? quién la fabrica, ¿los vagos de la izquierda o los explotadores de la derecha? ¿dónde está la producción para satisfacer las necesidades materiales de la población? Todo ese peo se lo dejamos a Maduro, y ahora le reclamamos que no sigue el legado de Chávez. No sólo eso, sino que además está navegando, metido en plena coñaza de unas serpientes que quieren seguir chupando del Estado. En eso, se nos viene otra elección más y sale de nuevo la pregunta: ¿por quién voto?

Llegamos al día de la elección con el palo adentro y jadeando, y frente a la boleta electoral nos toca decidir a quién le daremos el garrote. La respuesta reptiliana es seguir con Maduro en esta peladera, por pura convicción y disciplina férrea, pensamos. Y también pensamos en alguien de la acera opuesta, quizás para sacarse el palo por venganza, para pasarle al otro la culpa propia. Pero puede ser que te saques uno y te metan otro, hasta más grande; eso es lo que uno teme. Si no le doy el voto, entonces es uno menos para contrarrestar al del enemigo ¿qué coño hago? No voto, no voy y listo, que es lo mismo que uno menos para este y más ventaja para el otro ¿Será que me conviene seguir con este cabrón y listo? ¿Será que hay que darle una lección a estos que nombré antes, los chulos chupasangre, para les toque defender su “patria”? ¿Cuánto me costará esa lección? ¿cuánto me costará ese voto? ¿Será que el liderazgo aprenderá algo y a mi me saldrá barata la lección? ¿entenderán que tienen que cambiar el rumbo? ¿me podré recuperar de una eventual "lección" o me joderé por 100 años más? Tristemente, la realidad de estos comicios que vienen y la de varios por los que hemos pasado, ha sido que, en lugar de estar analizando con la corteza cerebral la mejor propuesta política, o el mejor plan de gobierno, o el mejor modelo económico, nos quedamos con el hipotálamo decidiendo en qué escenario me joderé menos, cómo me escapo o cómo sobrevivo mejor. Puro instinto de conservación irracional.

Es una lástima, después de tanto esfuerzo y sacrificios llegar a esto. Frente al tarjetón electoral, lo que debemos hacer es revisar cuán responsable somos por la situación actual, y después decidir en qué palo ahorcarnos.

Por cierto, este escrito de José Roberto Duque es muy pertinente: https://www.aporrea.org/ideologia/a108399.html

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