Mi encuentro con los cortos animados

El otro día me desperté con el antojo de indagar en el mundo de los cortos animados (películas animadas con diferentes técnicas, de entre 5 y 10 minutos de duración, a veces menos, a veces más). Hice lo mejor que pude haber hecho: me puse a buscar sitios web sobre el tema. Después de casi un mes revisando, buscando y curioseando (cada vez que tenía un raro rato libre), he logrado conseguir una buena colección, 40 cortos animados que en su totalidad han sido premiados por alguna competencia relacionada con el género.

Hay demasiados blogs y páginas personales buenas como para ponerme a recomendar alguna en particular, o convertirme yo mismo en un comentarista especializado. Recordando lo que pude leer en la web, me falta andar bastante en este género como para hacer comparaciones objetivas, que vayan más allá de una mera apreciación subjetiva de mi parte. Por ahora son puras observaciones emocionales, basadas principalmente en lo que me transmitieron las imágenes, lo que sentí cuando las ví y lo que añadieron los comentarios que pude leer antes y después de verlos. Inclusive, habiéndolos visto varias veces. En eso de ver varias veces una misma película (o de volver a leer un libro), nunca se tienen los mismos ojos. Ya el haberla visto una vez anterior te pone alerta a los detalles que te perdiste y que sabes están en la secuencia. Nunca se puede ver algo igual dos veces.

En estos andares de los antojos, una de las cosas que aprendí es que comencé a valorar y a tener consciencia sobre la técnica de la animación (pensaba que era dibujar con lápices de colores y ya). Cientos de técnicas de las que siquiera sospechaba, y algo que me pareció aún más interesante: la ubicación temporal. Los recursos tecnológicos con los que se contaba en el momento en que se hizo la animación hace que cada una cobre un valor adicional.

Sólo con tratar de imaginarse la forma en la que se hizo la animación, las técnicas de edición disponibles en cada época, la visión y la realidad del mundo que pudieron haber tenido los realizadores, la disponibilidad de financiamiento (hay varias historias deprimentes), son suficientes elementos para la puntuación emocional que he aprendido a darle a los cortos. Seguramente me quedo corto con lo que supongo.

Hoy día hay posibilidades de animación a las que les falta poco para quitarle el trabajo a los actores y actrices de carne y hueso. Y tampoco hace falta mucho dinero para hacer una obra maestra, los programas de software libre tienen el límite sólo en la imaginación del creador. Un claro ejemplo de inversión vs. impacto es The Matrix, y eso que se pagaron sueldos de carne y hueso.

Por ahora les puedo recomendar algunos cortos que he disfrutado mucho. Seguramente encontrarán la forma de verlos, así como yo, buscando el nombre en la web o metiéndose en las catacumbas de los DVD-piratas. Permítanse saltar de enlace a enlace y busquen otros, en las cientos de listas con las que yo me tropecé.

Crac! (Frédéric Back - 1981)
The Fly (Rofuscz - 1980)
Tango (Rybczynski – 1982)
Father and daughter (Michaël Dudok de Wit – 2000)
Fallen Art (Tomek Baginski – 2004)
Get Out (ESMA - 2009)
Lavatory Lovestory (D. Konstantin Bronzit - 2009)
This Way Up (Smith y Foulkes – 2009)
Logorama (H5 - 2010)

Estos dos que siguen son realmente impactantes, ambos del australiano Adam Elliot:

Harvie Krumpet (Adam Elliot - 2003)
Mary and Max (Adam Elliot - 2009)

Que los disfruten...

Comentarios