Vamos todos a reciclar y a ahorrar energía

Hoy día está de moda hablar de productos verdes y equipos ahorradores de energía. La evidencia sobre el calentamiento global, los registros reales de aumentos en la temperatura de todo el planeta han provocado, de algún modo, una sensibilización respecto a lo que parece una amenaza seria sobre el equilibrio térmico. Lástima que esta información sólo alcance a un porcentaje insignificante de la población.

Esto no quiere decir que la mayoría de las personas sean insensibles. Lo más probable es que ni siquiera estén conscientes, inclusive, muchísimos no contribuyen en forma significativa al problema. Hay de todo.

Parece haber aceptación generalizada por la evidencia científica irrefutable, calentándonos de forma particularmente rápida e inusual en el último centenio. En lo que no parece haber consenso, por mil y un razones, es en el origen de este calentamiento. Algunos aseguran que se debe a las inmensas emisiones de gases de efecto invernadero con que bombardeamos a diario el plantea, mientras que otros aseguran que es sólo parte de un fenómeno geológico cíclico que ha ocurrido varias veces en el pasado de la tierra y seguramente volverá a ocurrir.

Particularmente pienso que más allá del asunto de que suba o baje la temperatura, mi preocupación es porque estamos destruyendo lo poco que nos queda y estamos construyendo una pila enorme de basura tóxica que después de ahogarnos será quemada en un horno o congelada en una nevera. Es decir, no importa mucho si nos quemamos o nos congelamos, igual vamos a estar todos jodidos con las montañas de basura y desechos que estamos creando y que se nos vienen encima, desperdiciando los pocos recursos que nos van quedando. Si es que no terminamos cayéndonos a bombas nucleares antes.

Una idea recurrente sobre cuan delicado debe ser el balance térmico que mantiene la vida en el planeta se me viene a la mente cuando veo la tierra con Google Earth y noto que en el espacio de una misma pantalla se pueden ver las cumbres del Himalaya y las arenas del Sahara, es decir, temperaturas que van desde los -40 grados centígrados en la nieve hasta los 50 de las arenas, ambos irradiados con la misma luz que viene desde el sol. La diferencia entre estos dos puntos, en altitud, es de unos 8 kilómetros, y en temperatura es de unos 90 grados centígrados. Ambos lugares están en la superficie de un planeta que tiene unos 6000 kilómetros de radio y que está a unos 150 millones de kilómetros desde la fuente primaria de calor. Hablamos que esos 8 kilómetros son un 0,13% del radio de la tierra y un 0,000005% de la distancia al sol: eso es lo que yo llamaría "insignificante".

Algunos alegan que nuestra influencia sobre semejante planeta en el que estamos montados es insignificante. Me puse a sacar algunas cuentas gruesas para tener una mejor idea de cuan pequeños somos y cuan grande puede ser nuestro efecto. Recordé la comparación que hizo Mr. Smith en The Matrix, cuando le explicaba a Morpheus su disgusto por tener que estar metido en la matriz persiguiéndolo, reclamándole que los seres humanos eran para la tierra como una especie de virus. Pues bien, inspirado en esto me puse a averiguar números tomando como referencia un virus con efectos bastante conocidos: el VIH. A una persona que desgraciadamente se haya contagiado, le indican que comience su tratamiento antiviral cuando llega a una concentración de unas 20.000 copias por mililitro de sangre. Si consideramos un paciente con unos 5 litros de sangre y unos 50 kilogramos de peso, tendría en total unas 100 millones de copias. Con un volumen viral total de 2*10(-15) m3 y un cuerpo con un volumen aproximado de 0,05 m3, obtenemos una relación volumétrica de 4*10(-14). La tierra tiene unos 6.500 millones de personas (copias, usando la terminología de Mr. Smith), pero, aunque el volumen promedio de los habitantes dolorosamente no está en los 50 kilogramos del paciente, utilizo el peso sólo como referencia (el número debe ser mucho menor). Comparando el volumen total de humanos con el de la tierra obtenemos una relación de 3*10(-13). Es decir, en términos volumétricos gruesos, en la tierra tenemos diez veces más carga viral de la que tendría un paciente con VIH para que se vea obligado a comenzar su tratamiento retroviral: estamos realmente enfermos.


Nuestro planeta tiene recursos limitados, y como tal, la población y los desastres que soporta, de los que se puede recuperar, también son limitados. Adicionalmente, el planeta tiene un valor de suministro externo de energía que es casi fijo (la radiación del sol) y estamos consumiendo energía a un ritmo muchísimo mayor del que viene con la ración diaria aprovechable.

La primera de las restricciones provee la razón por la cual los imperios destrozan países en nombre de la libertad y la democracia, para saquearle los recursos naturales, minerales y energéticos que ya agotaron en sus propios territorios. Quien no sepa esto, es hora de que abra los ojos a la realidad. La segunda restricción está siendo violada permanentemente por el uso intensivo (exagerado) que se le está dando a los hidrocarburos como fuente de energía, recursos disponibles gracias a la acumulación de energía solar ahorrada durante millones de años. Más del 60% del petróleo que se produce se utiliza en transporte de cosas y personas (AQUI hay un informe completo en formato pdf con estadísticas sobre el tema). Quizás por eso un interior confeccionado en China cueste menos en Venezuela que uno confeccionado localmente (alguien debe estar asumiendo la diferencia de costos). También hay quienes creen que la energía nuclear es la solución: con el petróleo nos comemos los ahorros y con el uranio hipotecamos el futuro.

Ahora, si bien todos estos elementos han llamado la atención de algunas personas, inclusive gobiernos, y se ha despertado una fiebre “verde”, para mí eso es sólo una veta de mercado más. Un nuevo segmento de venta para un mercado naciente y creciente. Ahora, quien compra un bombillo ahorrador o instala un panel solar, se cree un héroe. Piensa que el pinguino que vio sudando en el vídeo de “natgeo” va a recuperar la felicidad gracias a su esfuerzo.

Veo por ejemplo a los franceses protestando para que eliminen los reactores nucleares. Eso está bien. Se tiran en los rieles, se pintan la cara, se disfrazan, se ponen rebeldes y pelean con la policía. Y al final del día se van a sus casas a seguir consumiendo aquella catajarra de kilovatios-hora que salen de las mismas plantas nucleares que critican ¿Estarán dispuestos al sacrificio que implica apagar esos reactores? ¿De dónde va a salir el 80% de la energía eléctrica para hacer funcionar todos los aparaticos de los que ya son absolutamente dependientes? ¿Pagarían el precio de una energía sustitutiva? ¿Todavía creen que el nivel de vida que se gastan se cubre con generadores solares y eólicos? ¿De dónde creen que sale la energía para fabricar esos páneles y esos aerogeneradores?

También me resultan trágicamente irónicas las combinaciones en un mismo canal de televisión, por ejemplo, de una campaña de ahorro energético y una campaña de consumo; coincidencia de un llamado a sustituir bombillos incandescentes por ahorradores y patrocinando una competencia de carros a toda velocidad, de los que se tragan la gasolina como ballenas para divertir a los aficionados que luego montan bombillos ahorradores en sus casas para salvar el planeta. El mundo al revés, como diría Galeano.

La infinita incongruencia entre la promoción del reciclaje y el ahorro, junto a la promoción simultánea del modelo de consumo, a través de la publicidad. ¿Sirven de algo esas campañas? ¿Se logra algún ahorro real?

Hay un vídeo que muestra una visión muy interesante sobre el actual modelo de consumo, su crudeza, sus consecuencias y su implantación en nuestra psique, Se llama La historia de las cosas y se puede ver AQUI (aparece a la derecha, en los enlaces de interés). También un artículo sencillo y completo sobre los extremos a los que nos enfrentamos AQUI.

Este tema da para mucho. Les sugiero que se den una paseada por los portales de las agencias de energía mundiales y así podamos compartir más información.


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