El discurso de la división y el odio










Me atrevería a decir que desde que Colón inició la invasión a América hemos estado divididos como sociedad. Ese cuento de que Chávez vino y metió el cuchillo en una torta parejita no me lo creo, y voy a tratar de explicarme.

De entrada asumo lo que dije al principio: desde siempre hemos estado divididos como sociedad. La única diferencia entre lo que existía antes (y no sabíamos) y lo que ocurrió a partir de la llegada de Chávez al gobierno, es que el tolete social que no existía, una de las dos partes de la torta homogénea,  comenzó a tener poder y empezó a hablar; comenzó a reclamar sus derechos.

En este país convivíamos dos países, y uno de los toletes exprimía al otro. El tolete exprimidor siempre ha existido, un 2%, quizás un 5% de la población. El tolete exprimido tiene a su vez dos toletes: uno requete-súper-exprimido que ni siquiera existía, conformado quizás por un 80% de la población, y otro súper-exprimido que siempre ha creído ser parte del tolete exprimidor, pero resulta que es apenas la “mano de obra calificada” del tolete lumpen. Cuando Marx habló de la clase obrera, en estos tiempos se hubiera entendido como la clase obrera y la clase media trabajadora, explotados todos como unos mismos pendejos, creyendo los del medio que se estaban ganando el pase al primer tolete, en función de la maldad que le pusieran en exprimir al tolete inferior.

La clase media nuestra es ese tolete que trabaja y siente que roza el olimpo, y que nunca podrá ser comparada con el otro extremo (lumpen). Ha recibido educación por circunstancias del azar y siente que los destinos del país le pertenecen: ellos se merecen lo que tienen porque lo han trabajado y ningún pata en el suelo va a venir a quitárselo. Los arrastrados del tolete inferior son los que de verdad sudan trabajando y no tienen (tenían) nada que perder, por eso, generalmente, son más felices, tienen menos complejos y son más solidarios con su grupo social. Gracias a este tolete comemos todos.


Ahora, una cosa es la división entre toletes de la sociedad (una realidad que apoyamos pero a la que no damos crédito), y otra cosa muy distinta es el odio entre los toletes, y ahí, me disculpan, pero ese odio no proviene del discurso de Chávez. Lo que pudiera ser normal es la autosegregación entre toletes, pero el odio inter-toletes no es normal.

El odio se construye de a poquito. Un odio visceral, como el que siente un sector de la sociedad contra la persona de Chávez, no parece tener asideros racionales. Hay personajes en la historia que han hecho un daño terrible a nuestro pueblo y nadie los odia con tanta fuerza. Políticos y empresarios destacados de la contemporaneidad que viví en carne propia hicieron muchísimo daño a nuestra economía, persiguieron, torturaron y asesinaron seres humanos, destruyeron instituciones y una parte de la sociedad los vanagloria como celebridades, estadistas y líderes del bien; casi nadie los odia a muerte. Entonces, ¿Cómo es posible que a una persona, con quien no se ha tenido una relación directa, cuerpo a cuerpo, se le pueda odiar colectivamente de tal forma?

Muchas veces vi a ciudadan@s de a pie maldecir y desearle la muerte al presidente, sin siquiera haber tenido algún contacto directo con él, sin indicios de que existiera relación alguna entre la prosperidad del malhablado y las acciones del mismo presidente. ¿Cómo es posible esto?

Yo pudiera entender (nunca justificar), que alguien maldiga a una persona que le provocó un mal genuino y directo, como puede ser una agresión, un robo o el asesinato de un ser querido. Una traición, una venganza, cosas de ese estilo. Pero entender el mismo nivel de agresividad y odio por una persona que apenas habrás visto unas 10 veces por televisión (porque no te calas ninguna de sus cadenas y porque no soportas verlo), de quien has oído y leído comentarios sobre su gestión, que pudo haber sido un desastre, pero que sólo son referencias indirectas, entonces ¿Cómo carajo se explica que puedas sentir un rechazo absoluto y enfermizo, un permanente deseo porque “alguien” con las bolas que no tienes, se ocupe de cargárselo y eliminar el problema? No lo entiendo, esto no es posible por el tipo de relaciones humanas que conozco, aquí tiene que haber ciencia y tecnología para provocar esa conducta.

Me he puesto a revisar muchas de las cosas que he ido guardando, más o menos desde el año 2000, gráficas, correos, imágenes, fotos, discursos, vídeos, portales de medios de comunicación, etc., y he tratado de buscar la explicación a mi duda, urgando en el tipo de mensajes que puedo identificar entre ellos.

Algunas cosas pude resumir para mi consumo personal, a partir del material:

  • Ha habido una permanente sensación de frustración en el antichavismo por las pérdidas recurrentes y sucesivas en todos los escenarios de votación (sólo en una excepción y además intrascendente). Creo que esto se debe a que siempre se promocionaron circunstancias inalcanzables, en forma casi desesperada, que irremediablemente se convirtieron en derrotas y decepciones al estrellarse con la realidad. Esta sensación se alimentó sistemáticamente después de cada proceso, siempre alegando, entre otras cosas, fraude y ventajismo del otro bando; nunca se asumió la derrota como legítima.

  • Se promocionó de muchas formas la imagen de irreverencia hacia las instituciones y hacia la autoridad. Dejando de lado la veracidad de lo que se esgrimía, se atacaba y se cuestionaban las decisiones del Estado, poniéndolas siempre al margen de la legalidad. La palabra “anticonstitucional” aparece en todas las argumentaciones del antichavismo.

  • Infinidad de amenazas de todo tipo: contra la propiedad, contra la familia, contra las creencias, contra cualquier cosa, contra la integridad personal. Amenazas de acciones que, por cierto, nunca han llegado a concretarse o plantearse en la realidad. Es impresionante la cantidad de supuestas amenazas que se refieren en correos, pancartas, gráficas, etc., incluyendo la siembra de temores en la “sociedad civil” por acciones de violencia organizada desde los estratos sociales “bajos”, que debían ser combatidas para “recuperar” la democracia (recomendaciones para abastecerse de alimentos, provisiones, etc., y convertirse en una especie de reserva militar de facto para defenderse).

  • Portales de incitación a la violencia personal y a la condena social de figuras públicas asociadas al Gobierno, presentados de forma agresiva y desafiante, mostrando datos personales de contacto para que los internautas supieran como abordarlos (recuerdo los “cacerolazos” a figuras públicas que se autojustificaban como una muestra democrática de protesta por parte de la sociedad civil, y nunca como la agresión personal que eran en la realidad). Ninguno de estos portales existe actualmente, me da la impresión de que fueron creados en cada circunstancia. Así como tampoco existen los hiperenlaces que se mostraron en los portales de los medios de comunicación.

  • Las agresiones entre bandos tiene una característica que las distingue: las que provienen del chavismo están dirigidas casi exclusivamente a personas, mientras que las que provienen del antichavismo están completamente centradas en la única persona de Chávez, así como también en colectivos sociales; las agresiones antichavistas originadas por cuestiones institucionales se hicieron principalmente a través de la figura del presidente (muy pocas dirigidas a los ministros o representantes de instituciones, eso es más reciente), mientras que las agresiones colectivas se hicieron a través de descalificaciones implícitas del otro bando, por asumirse como sectores “decentes” de la sociedad (no entienden que al hacerlo, automáticamente se convencen que el otro sector es diferente y opuesto a ellos y sus valores, parte del toletarismo que comenté antes).

  • Una buena parte del tolete medio asumió que el discurso presidencial de repudio a la burguesía era contra ellos, sintiéndose parte del aparato productivo, y así lo reflejaron en sus mensajes (toletarismo). Quienes no lo asumieron al principio, lo convirtieron luego en chanza para justificar su actitud frente a las menciones que hacía el presidente. En muchas presentaciones enviadas por correo-e se explota esto, como también se explota la referencia a los tarifados de la CIA.

Coño. Después de revisar parte del material y hacer ese desagradable resumen personal, y considerando la cantidad de basura que le metieron en la cabeza a la gente, creo que es suficiente y llegó el momento de ir cerrando mi explicación (lo normal ahora es entender que alguien expuesto a todo esto esté arrecho).

Cualquier argumentación que uno intente hacer a favor de la gestión del gobierno actual se convierte automáticamente y se asume como una defensa a un conjunto de “asesinos que tienen las manos manchadas de sangre”, un título nobiliario sembrado en la mente de muchos venezolanos aquel fatídico 11 de abril. No sirven las experticias forenses de los procesos judiciales relacionados con el evento; los varios documentales y publicaciones sobre lo ocurrido; los cientos de fotos y los miles de testimonios que han salido. Nada de eso sirve para, al menos, hacer dudar sobre la versión mediática que la audiencia desprevenida compró e internalizó. Todo se reduce a la convicción de que Chávez le cayó a tiros a una marcha pacífica.

Ninguna argumentación sirve, ningún entusiasmo funciona, porque en el fondo, lo que se interpreta de lo que uno dice es que se está tratando de justificar a un asesino. Uno trata de explicar algo y el escucha lo que hace es preparar la siguiente andanada de reclamos. Uno le habla a quien no quiere escuchar, uno intenta dar explicaciones a quien las recibe como cuestiones injustificables, uno trata de hacerse entender y lo que logra es más rechazo. Eso, no lo logró ni el mismísmo Hitler.

Estoy convencido que el punto de quiebre en las relaciones entre bandos, entre los toletes esos en que nos dividen los estudiosos de la psicología social y los analistas de mercados, fue ese 11 de abril del 2002. Ese día se sembró la semilla de un odio que ha venido regándose sistemáticamente, para mantener la distancia y evitar el acercamiento, frenando así la indispensable toma de consciencia en todos los venezolanos.

Funciona: divide y vencerás.


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