43 millones de reflexiones


En las varias oportunidades que he tenido la fortuna de visitar México, la convivencia con los mexicanos me ha hecho sentir como otro manito mas. Estando allá soy un mexicano más, parecido igualito a un venezolano que si no fuera por el cantaíto que me recuerda a las rancheras juraría que estoy en casa.

Esa empatía quizás viene por el simple hecho de compartir una historia, de hecho nuestras historias políticas son muy parecidas, creo que nos parecemos más a ellos que a los mismos colombianos que están más cerca. Por ejemplo, nos han saqueado los recursos naturales, materiales e intelectuales; la historia del manejo y el control de la energía ha sido muy parecida, la desigualdad social, la corrupción, la mirada al norte. Tenemos tantas cosas en común, hemos llevado durante tanto tiempo la misma tunda de palo que nuestras formas de trato, el afecto y esa hermandad están justificadas. Somos hermanos.

Un solo detalle nos diferencia, y es quizás el orden de magnitud de las cosas que pasan allá: allá todo es más grande. Por ejemplo, el ritmo de extracción de petróleo es muchísimo mayor al nuestro, tanto que algunos dicen que se van a secar más rápido de lo esperado. La invasión de transnacionales es masiva, las maquilas se han regado como la verdolaga, la migración es permanente, las matazones son en mayor escala y con mayor virulencia. Todo eso que compartimos, así sea en escalas diferentes, me hace sufrir por sus tragedias como si fueran mías, en el corazón, como si fuera un mexicano más.

Acabo de ver la rueda de prensa que ayer en cadena nacional diera el procurador mexicano sobre el caso de los 43 estudiantes que hasta hoy habían estado desaparecidos. Ya aparecieron. Estuve escuchando con mucha atención, aturdido y aguantando las lágrimas, cómo los autores materiales dieron cuenta de los 43 hermanos mexicanos. 43 carajitos estudiantes de educación, con padres y madres cada uno de ellos.

Por supuesto que esos relatos y esas imágenes ocuparon el resto de mi día, quizás en unas 43 millones de reflexiones, en las que afanosamente trataba de buscar (seguro de no encontrar) una explicación a lo que estaba presenciando. Me saltaban a la cabeza muchas preguntas: ¿Qué circunstancia mueve a alguien a hacer algo así? ¿Qué circunstancia estimula a que alguien ordene hacer algo así? ¿Qué circunstancia mueve a alguien a obedecer una orden así? ¿Qué circunstancia mueve a alguien a ejecutar con sus manos algo así? ¿Qué sociedad engendra a personas que actúan así?

México es de pinga para la prensa internacional, allá todo es chévere. Saqueadores transnacionales de todo tipo van a explotar a sus charros esclavos. Tú entras en cualquier automercado y encuentras champú de todo tipo, también papel tualé; y en la calle ves todos los modelos de carro que salen en las revistas, si tienes billete los puedes comprar sin hacer cola. Sus gobernantes le lamben las botas al buen vecino que tienen encima: a) ponen a sus conciudadanos a que se maten libremente entre sí para que sus vecinos puedan drogarse a precios de libre mercado; b) les regalan maquilas, con todo y mexicanos adentro, para que sus productos puedan competir en el mercado mundial, a precio de gallina flaca; c) dejan que le expriman su petróleo, con reformas constitucionales incluidas, para contribuir al adecuado flujo de capitales que salvará a su población de la desgracia. La lista es más larga.

Esa misma sociedad que tiene bastante champú sin colas y carros bonitos, que le falta poco para responder en inglés, es la misma que engendra a esos cremadores de estudiantes. Como a los estudiantes de aquí, que se pintan de blanco las manos, se ponen sus máscaras tricolores y aupados por sus papaítos, salen a degollar gente y a luchar por la libertad, clamando por una sociedad que les permita comprar champú y carros bonitos cada vez que les de la gana.

Hasta ahora no he podido ver un tuit #sosmexico, o una bandera mexicana izada al revés, alguna guarimbita, o algún artista premiado por la academia abogando por la democracia para los charros. Supongo que dentro de los movimientos estudiantiles nuestros no hay tiempo para ocuparse de eso, ese peo es de ellos, mucho menos cuando la dictadura esta haciendo estragos y hay que salir a pelear por el país que TODOS queremos. Supongo también que su lógica apunta a obligarte a decidir si quieres tener champú o quieres ser cremado: tú decides.

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