La economía en Venezuela


Nuestro país es el paraíso de las transacciones, no el de la producción. Aquí todos somos vendedores. Voy a compartir algunas percepciones que tengo sobre cómo funciona la economía del día a día, cómo la padezco cada vez que necesito comprar alguna pendejada y escucho las argumentaciones de los vendedores, quejándose porque no hay nada. Aquí es más fácil comprar una torta y revenderla que cocinarla. Aquí nos hemos educado para cambiar espejitos por oro, como nos enseñó Colón y sus secuaces; la inteligencia del venezolano está puesta en conseguir el pendejo que todos los días sale a la calle, a buscar su espejito. Voy con mi lista:

  • No es una sorpresa decir esto, pero el libre mercado que nos vende el capitalismo no existe, y menos en Venezuela. Un lugar, donde se pudiera pensar que hay competencia es en MercadoLibre. La tribuna donde se supone que la gente compite con subastas o por ofertas, para lograr una venta, y entonces el comprador se asegura de obtener el mejor precio (la maravillosa ley de la oferta y la demanda). Si eso fuera con puras mercaderías usadas o producidas por pymes nacionales, te creería una parte. Pero ML se ha convertido en la plataforma de distribución para las transnacionales que fijan el precio base de sus productos nuevos (arrastrando el precio de los viejos) y ponen a los distribuidores a caerse a dentelladas en un libre mercado para lograr vender y recuperar lo que invierten como revendedores. Es decir: la oferta y la demanda entre ustedes, lambusios, mientras yo fijo mis ganancias como importador y los pongo a todos a trabajar para mi.
  • El autosuicidio de los bachaqueros. Comienza por hacer colas como locos en las que “trabaja” toda la familia, para comprar más productos e ir saqueando todo lo que puedan de Mercal y del Bicentenario, a precios requete-subsidiados. Luego le venden eso a los traficantes mayoristas para que lo bachaqueen a gran escala y lo saquen por la frontera, así ellos también se ganan unos buenos reales. Con ese “trabajo” de puras transacciones (nadie produce un carajo) se ganan unos realitos que utilizan para ir a comprar cosas que ya no existen (ellos mismos las saquearon todas) a precios requete-inflados, porque la escasez que los “trabajadores” provocan con su saqueo, ahora la utilizan los mismos especuladores que se alimentan de su “trabajo” para venderles lo que ya no pueden pagar con lo poco que ganan. En ese ciclo, el “trabajador” siempre pierde, por pendejo.
  • Los comerciantes venden a precio de reposición (claro, lo hacen para no perder el valor de lo que compran con dólares subsidiados). Alegan que el precio de venta de todo lo que ofrecen depende del dólar paralelo, aunque apenas el 5% de la economía se transa con ese valor del dólar. Es decir, todo lo que venden lo hacen con referencia al precio del paralelo. Pero ahora con la escasez dicen que no hay dólares para comprar las mercancías ¿Cómo es posible esto? ¿No i-que compran todo a precio del dólar paralelo? Dólares paralelos hay por montones. Todos los días revisan “dolar-today” para fijar los precios de lo que “supuestamente” compraron a dólar libre. Bueno, pero si todo lo compran a dólar libre y me lo clavan a dólar libre, ¿Por qué carajo no tienes las mercancías? ¿Cuál es la verdadera excusa: no hay dólares libres o no hay dólares subsidiados? Dólares hay, a precio libre. Todos los que quieras al precio que dicta “dolar-today”.
  • El productor que produce productos enteramente producidos en el país, es decir, que no importa un carajo el precio de cualquiera de los dólares paralelos o perpendiculares, alega: “...como todo está subiendo, yo no puedo perder...también tengo que subir el precio”. Así produzca cosas que se deriven de insumos requete-subsidiados por el Estado, con energía subsidiada por el Estado, con créditos subsidiados por el Estado. Se supone que el precio debe subir, no porque se encarezca todo, sino porque la moneda pierde valor. Entonces, el productor completamente subsidiado, el mismo que piensa que le encantaría y vota por una economía de libre mercado, se queja y siempre encuentra la explicación al incremento en el precio de lo que vende, así sean las flores que crecieron en su jardín; o el costo de un trabajo de asesoría técnica, que no tiene relación alguna con el valor del dólar más que una comparación entre el precio de su trabajo dentro y fuera del país, es decir, el valor del mercado, en una economía que añora (se añora desde aquí, pero no cuando se está compitiendo allá).
  • La estructura de costos de todo lo que transamos no está formada por componentes porcentuales en relación al precio final, sino por componentes explosivos individuales; además, no tienen que ser tangibles. Pudiera ser que un tercio del precio sea por la materia prima, otro tercio por los gastos y otro tercio por la ganancia. Pero si la materia prima sube un 50%, entonces el precio final explota al 100%; si el sueldo de los esclavos sube un 30%, el precio final sube al 200%; si hay la amenaza de un incremento en el dólar, entonces el precio sube más allá de la amenaza, y cuando llega el incremento, pues debe subir de nuevo, esta vez por el incremento (pero nunca baja). Y como la gente sigue comprando vainas que no necesita, al precio que sea, las agallas del porcentaje de ganancias para los transadores nos hace rehenes y arrastra también el precio de las vainas que sí se necesitan. Después nos quejamos.
  • Como todos hacemos transacciones y ninguno produce, ninguno arriesga de verdad, pues para mantener los costos y soportar el nivel de vida al que se acostumbra alguien que gana el 300% sobre lo que invierte (casi sin trabajar), simplemente le pasa el diferencial de bienestar al pendejo que sigue en el escalón: el consumidor. Cree que así se cubre, mantiene su nivel de vida, y que los demás se jodan. Pero no se da cuenta que él mismo también es un consumidor, que los otros lambusios como él (o ella) están pensando del mismo modo y que, al final, también es víctima como comprador de lo que otros transadores le venden a él (o a ella). Es decir, cree que el argumento por el cual él sube el precio de su venta no deberían aplicárselo cuando le suben el precio de su compra.

En esta economía nuestra y según mi aprendizaje, sólo alcanzo a lograr una gran conclusión: Entre todos nos estamos acuchillando.

Lo más increíble del asunto es que seguimos consumiendo vainas inútiles, por entusiasmos o por flojera (juguetes de todo tipo, para los padres y para los hijos, peroles que no necesitamos, celulares con vida propia, bebidas espirituosas, etc.) en un desenfreno que contribuye a la espiral de inflación, en lugar de darle un parao entre todos a la vorágine especulativa de los transadores.

En nuestro país, la demanda no condiciona a la oferta, sino que la persigue.


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