Qué son las criptomonedas, qué es el Petro y hacia dónde vamos



Hoy amanecí emprendedor, decidí crear mi propia moneda y mi propio sistema de intercambio comercial. Además, quiero hacer negocios. Agarré un papel en blanco (white paper) y comencé a escribir las reglas que definirían la forma en la que organizaría la emisión de las monedas. Decidí llevar el control de las emisiones en la computadora y por eso las voy a llamar CriptoMonedas (CM en adelante). Estimé una clave de 3 dígitos, con valores que pudieran ser sólo 0 o 1 (binarios), para designar con una etiqueta a cada CM. Teniendo esta cantidad de dígitos y valores, estoy claro que tengo la posibilidad de emitir sólo 8 monedas, cada una asociada a una clave única, que vendría a ser algo así como su cédula. Las posibles claves de identificación serían entonces: 000, 001, 010, 011, 100, 101, 110 y 111. Intercambiando cada espacio de los tres disponibles por un “uno” o por un “cero”, completo las únicas 8 posibilidades de asignar una cédula o identificador a cada CM. No pueden existir más de 8 CM en mi conjunto.

Para comenzar con la emisión, agarré la primera CM, digamos la 010, y me fui a venderla. No tiene mucho sentido tener una moneda que no se intercambie. Por eso, contacté a un amigo que vende pizzas y le ofrecí pagarle una de vegetales con una CM. Ambos entendimos que era una especie de “recibo” por esa pizza, y que eventualmente se la devolvería cuando él decidiera pagármela con el CM que le estaba ofreciendo a cambio. Es decir, la CM adquirió el valor aceptado por ambos de exactamente una pizza. Teníamos confianza mutua en el compromiso y decidimos aceptar el trato.

Para llevar todo en orden e iniciar la transacción de la propiedad con la CM010, abrí el cuaderno de registros a mi nombre y anoté: mi nombre (propietario inicial), el del amigo (nuevo propietario), la razón de la transferencia (una pizza), la cantidad de CM, la hora y la fecha UTM de la transacción (time stamp). Metí una copia de todos esos datos en una licuadora (un algoritmo de cifrado) y saqué una especie de cadena de caracteres, algo que llaman hash, que “refleja” exactamente cada dato introducido, pero que no tengo forma de devolverme para saber qué metí. Lo único que sé es que al meterlos en la licuadora me sale el hash, pero si tengo el hash, no sé que carajos metí. La única forma de llegar a saber qué metí es comenzar a inventar datos al azar hasta que la pegue y obtenga el mismo hash, algo extremadamente difícil de lograr.

Estas condiciones anteriores tienen dos consecuencias inmediatas: 1º) Si alguien trata de vender la CM010 por segunda vez en las mismas condiciones, es decir, repetir la venta, pues el hash que se calcula será igualito al anterior y al revisar los anteriores fácilmente se detectaría la trampa; y 2º) Si además se añade el hash de una transacción anterior como el primero de los datos para calcular el hash del que sigue, habría que fajarse duro para modificar la secuencia o las condiciones de una transacción ya hecha, porque no es fácil devolver los datos una vez que se han metido en la licuadora. Este trabajito de cálculo y revisión es necesario hacerlo cada vez que traspase una CM, pero se supone que para eso están las computadoras.

Finalmente cerré la página del registro anotando los datos y el nuevo hash que calculé, que será ahora el primer dato de la próxima transacción. Esos registros, uno detrás del otro, eran como eslabones de una cadena, en los que cada bloque de información comenzaba por el hash de donde venía, luego los datos de la transacción y finalmente el hash de salida. Los llamé cadena de bloques: blockchain. Esa forma de notación me permitía llevar un registro seguro e irreversible de todas las transacciones que se realizarían con cada uno de los propietarios de mis nuevas monedas. La cadena, claro, siempre iría creciendo en longitud al añadir los datos de cada transacción. Decidí no borrar nada.

Necesitaba tomar algunas previsiones adicionales para seguir con el orden. El hash inicial de un usuario debería definirse antes de hacer la primera transacción, cada nuevo usuario arranca una nueva cadena de bloques, un nuevo blockchain. El hash que se calcula con los datos de una nueva transacción debe ser comparado con los existentes, para verificar que es único y que no implica un fraude. Además, para mantener la confianza del intercambio más allá de la amistad, decidí entregar una copia a mi amigo de las reglas de juego y de mis cuadernos de anotaciones. Ya éramos dos en el negocio y se distribuyeron los datos.

Mi amigo se interesó por la nueva forma de “pagos”, era sencilla como un trueque y se establecía un valor de intercambio por las cosas, basándose en la confianza y el respeto mutuo. Decidió ir a cambiar su CM por un servicio a su mecánico de confianza. Repitió el procedimiento que yo hice, incluyendo la entrega de las reglas y las copias de los cuaderno de registros. Lógicamente, también actualizó mis cuadernos con la nueva transacción que había realizado. Ya éramos tres.

En la medida en que se regaba el uso del nuevo sistema de pagos y crecía el número de participantes, acordamos que era necesario establecer un criterio adicional de “aceptación” para la búsqueda de los nuevos números que se utilizarían al cerrar los bloques. Al presentarse una solicitud para una transacción, todos debíamos verificar en la base de datos que el nuevo hash no se repetía, y eso consumía mucho tiempo. Decidimos que cuando alguien encontrara un nuevo número y al menos la mitad de nosotros verificara que no se había utilizado, entonces lo consideraríamos como válido. Cuando al menos la mitad de nosotros verificaba que la propiedad de quien entregaba era correcta y tenía “fondos”, entonces consideraríamos que era posible la transferencia. El nuevo número pasaría a ser la nueva etiqueta reservada al cierre de una nueva página y se registraría finalmente la transacción. Después, alguien tendría que encargarse de actualizar los cuadernos de anotaciones, para que todos tuviéramos los mismos datos y nadie pudiera hacer trampa. Ese trabajito era tan laborioso como el de un minero, así que decidimos nombrar de esa forma al encargado de hacerlo. También decidimos que era justo pagarle algunas CM por su trabajo. Claro, siempre que hubieran CM disponibles para pagar esa comisión.

Pasó el tiempo y luego Songo le dio unas CM a Borondongo; Borondongo le dió a Bernabé; Bernabé le pagó a Muchilanga, dijeron: ¡qué ganga!, le gusta a los tres. Poco a poco fueron introduciéndose más y más personas que creían en el sistema. Algunos comenzaron a “pagar” dinero en efectivo por CM, en lugar de intercambiarlas por bienes o servicios, con la intención de ahorrar o para consumirlas después. Notaron que era una forma directa de hacer intercambios y que los costos por cada transacción eran inferiores a los que cobraban los bancos por sus servicios, sobre todo, cuando eran transacciones internacionales y en monedas diferentes a las locales, ya que era como una moneda común. Hoy día existen en el mundo más de 1.500 criptomonedas en uso. La primera de ellas, la llamada Bitcoin, es una de las más reconocidas y las estadísticas sobre su uso se pueden revisar en la Web en tiempo real, a manera de información.

En Venezuela vivimos una reciente explosión de interés por las criptomonedas, debido en esencia a que el gobierno nacional, asediado internacionalmente por una serie de bloqueos financieros en sus cuentas de pago, decidió optar por opciones alternas y abrió el camino oficial a los criptoactivos, a través de la Gaceta Oficial Extraordinaria No.6.346. Una decisión inédita en el mundo que, como es natural, ha creado expectativas e incertidumbre por lo audaz y por la confusión general que se ha producido al mezclar públicamente todos estos conceptos. La tecnología blockchain que se utiliza como base para muchas criptomonedas, y la asociación entre esta tecnología con criptomonedas, como el Bitcoin, y la reciente emisión del Petro, también soportada en ella, todo junto como una moda mundial viralizada por las redes sociales, son fuente de confusión cuando no se revisa la literatura especializada y cuando se camina apurado.

¿Qué es el Petro?

Ya sabemos qué puede ser una criptomoneda y más o menos cómo funciona. Ahora, debe quedar claro que el Petro no es entonces una criptomoneda, no lo es en la forma en la que se define su emisión, ni en sus reglas criptográficas; tampoco por su respaldo, que se establece como una referencia tangible de valor. Las criptomonedas no tienen más respaldo que la confianza en su uso y la transparencia de sus registros, mientras que el Petro tiene como respaldo una enorme reserva certificada de hidrocarburos que sí tiene un valor real en la economía mundial. También debe quedar claro que no es un recurso minable, al menos no lo es en los términos utilizados por Bitcoin: sería absurdo “crear” petróleo virtual en la faja a punta de cálculos y máquinas minadoras. Pero lo más importante de todo es que tampoco es una moneda, como sí lo es el Bolívar, de hecho, la única moneda de curso legal en todo el país. Y una vez que el Petro logre la confianza necesaria en el mercado, por la vía de la aceptación como medio de intercambio, podrá ser utilizado sin intermediación, es decir, sin comisiones por el uso de otras monedas (léase: Dólar), sin restricciones y sin la posibilidad de bloqueo financiero alguno; en eso radica su fortaleza.

Las emisiones de Petro las hará el gobierno en forma “preminada”, con cadenas de bloques iniciados que saldrán para una colocación inicial en el mercado. Es más como un certificado de ahorro ¿a futuro? Una especie de compra de petróleo a futuro que tiene como respaldo el que está en sectores de la Faja Petrolífera del Orinoco y que además utiliza la tecnología de blockchain para garantizar la autenticidad y la propiedad de cada certificado. Estos certificados podrán negociarse como se haría con cualquier otra acción de una empresa en la Bolsa de Valores, o como cualquier Certificado de Ahorro de una entidad bancaria. Su forma de intercambio no será tan simple como el de monedas o billetes en un carrito por puesto o en una bodega, al menos por un buen tiempo. Los sueldos no serán pagados en Petros, se seguirán pagando en Bolívares, nuestra única moneda de curso legal. Las transacciones con Petros serán garantizadas por la tecnología blockchain, la misma que soporta a muchas otras criptomonedas, pero sin embargo, su uso no lo convierte en una más de ellas. Es como pretender hacer una llamada telefónica desde un horno de microondas; ciertamente es la misma tecnología de base, pero con aplicaciones diferentes.

La tecnología blockchain tiene en la actualidad un montón de aplicaciones que no son financieras ni tienen que ver con criptomonedas, y van desde la autenticación de registros de propiedad intelectual hasta la identificación de terrenos en espacios urbanos. El blockchain detrás de los Petros será exclusivamente para soportar la autenticidad y la transparencia en las transacciones, para nada más. Es posible que se establezcan comisiones por este servicio de minería, pero aún está por definirse. Los mineros de estas emisiones serán quienes administren la base de datos, distribuida entre todos los que participen con trabajo de cómputo.

La minería de las criptomonedas es otra cosa, es básicamente descubrir el código para registrar nuevos bloques. En ese mercado, no sólo el de la minería, existen también personas/compañías que se dedican a facilitar los intercambios a través de una serie de servicios, tipo e-wallets o monederos electrónicos, y cobran comisiones en cada transacción. También hay quienes se dedican al negocio de compra y venta de criptomonedas, de la misma forma en que lo harían en el mercado Forex, comprando y vendiendo divisas de todo tipo, incluyendo a las criptomonedas como otra más. Son negocios muy diferentes a lo que se pretende lograr con el Petro y no tienen nada que ver con la esencia de este. Las criptomonedas pudieran considerarse como emisiones particulares de billetes que no se imprimen en papel, sino que su existencia se soporta en una memoria compartida de computadoras. En nuestro país hay experiencias con medios de intercambio comunales como el Panal, unas monedas que tienen validez sólo en un ámbito geográfico limitado (no como el Bolívar, que vale por Ley en todo el territorio y más allá). Pero en el caso de las criptomonedas, no tiene sentido ubicarlas en un ámbito geográfico, porque su validez no reside en un territorio específico, sino que existen en la red de redes que conforman la memoria que las soportan. Y ya sabemos que esta red no tiene fronteras geográficas, llega hasta donde llegue la red.

El futuro de las criptomonedas, ¿cómo lo veo?

En las transacciones con CM es verdad que no intervienen más que tú mismo y quien las recibe. ¡Oh!, qué maravilla de privacidad e independencia de los intermediarios; eso suena muy lindo y hasta poético: ¡viva la libertad!. Pero el problema no está cuando voy a transferir CM, si tengo suficientes monedas en el bolsillo nunca tendré problemas. Es justamente cuando no tenemos las que necesitamos, lo más frecuente, y llegan en nuestro auxilio los intermediarios para ayudarnos a resolver, claro, cobrando una comisión por ello y otra vez se meten en el medio. El caso de las criptomonedas no es ni será la excepción de la intermediación bancaria. Por ejemplo, para comprar un carro o un apartamento (o la comida), si no hemos ahorrado suficientes CM, tendremos que pedir “prestado” al banco lo que nos falte para pagarlo. Los bancos no son pendejos, por alguna razón han sido fuertes desde que existen. En la medida en que la cotización de las criptomonedas sea mas firme, que haya más inversionistas y que el valor esté amarrado a activos reales, en esa medida irán participando en el mercado de forma más segura a través de la incitación al “ahorro” y compra de CM para sus “bóvedas-servidores”, y así tenerlas disponibles cuando necesitemos comprar el apartamento (no quiero imaginarme lo que serán capaces de hacer los bancos cuando ni siquiera exista un encaje legal o ataduras a reservas físicas). La cuestión no está en que perdamos la libertad y los bancos nos arrebaten el control sobre las transacciones con nuestras CM; sino en que se adueñen de todas las CM. Las criptomonedas son iguales en este sentido a las monedas fiat tradicionales, quizás con algunas pequeñas diferencias.

Por ejemplo, las CM no se pueden falsificar tan fácilmente como las monedas acuñadas o impresas en papel, ni tampoco pueden robarse por medios convencionales. Para hacerlo, tendrían que ponerse de acuerdo entre la mayoría de los mineros para que esta posibilidad pudiera ocurrir. También pudieran ocurrir fallos en la programación o en los servidores, con los que desaparecerían de la nube nuestras criptomonedas (de hecho, ocurrió hace poco), pero nada mucho más allá del riesgo que ya existe con los servidores de los bancos. Sin embargo, en términos prácticos y relativos, la falsificación, modificación, alteración de cualquiera de los registros o propiedad implicaría la complicidad de al menos la mitad de los mineros, y si la red es suficientemente grande y robusta, pues se consideraría entonces que es muy confiable. Más no imposible.

Sabemos también, por el ejemplo inicial con nuestro amigo emprendedor, que no es posible emitir más CM de los que el protocolo nos permite; se supone que esto es una traba. Eso no quiere decir que al acabarse el descubrimiento de nuevas CM, estas perderán todo su valor. Por el contrario, creo que mientras más imbricadas estén en la economía real, lo natural es que su valor de convertibilidad relativo a otras monedas fiat pueda ir creciendo, como respuesta a una supuesta mejor estabilidad y convertibilidad. Las CM pudieran ser más confiables porque no dependerían de los vaivenes en las políticas monetarias de los gobiernos, típicamente inflacionarias y devaluadoras (quizás dependeremos de la política de los bancos). Sin embargo, es posible que esta última limitante se vulnere, simplemente con la emisión de nuevas e infinitas series de criptomonedas, por parte de los gobiernos y, con el tiempo, caigamos de nuevo en el mismo juego.

A largo plazo, cuando se vayan agotando o se acaben las CM de premio para los mineros, porque se habrán asignado todas, seguramente la comisión por el trabajo subirá considerablemente o dejará de ser rentable la minería, debido al gasto energético para mantener los nodos haciendo cálculos sin recompensas sustanciales. Claro, esa misma red de mineros tendrá que ocuparse de mantener la enorme base de datos con los blockchains de todas las CM, recordando que una base de datos “distribuida” significa que TODOS los mineros deben mantener una copia completa, y eso requiere de grandes espacios de memoria. Quizás en un futuro, los nuevos bancos serán las actuales granjas de minería, porque el negocio dejará de tener la rentabilidad típica del boom, y entonces harán lo mismo que hacen hoy con nuestras monedas usuales, sólo que entonces se llamarán “virtuales” y estarán en sus servidores. Para mantener a las CM en curso y con vida (con valor y confianza), hace falta mantener la creciente base de datos con sus transacciones. Es indispensable mantener esa enorme carga de datos tanto tiempo como se quiera mantener la vida de cada CM ¿Quién lo hará? Como referencia, en este momento, la recompensa por minar y sellar exitosamente un nuevo bloque es de 12,5BTC, y quedan unos cinco millones de BTC disponibles por descubrir, así que este valor de estímulo a la minería irá inevitable y progresivamente reduciéndose con el tiempo ¿pagará la recompensa el gasto en equipos de computación y energía de funcionamiento? Esos 12,5BTC que se entregan hoy como recompensa, quizás serán mañana la comisión por cada transacción.

Al fin y al cabo, desde mi perspectiva, no parece sustentable un ejercicio que consuma energía para acumular riquezas, cuando lo natural debería ser acumular riquezas por la vía de acumular energía. La naturaleza se enriquece acumulando en las plantas la energía que llega desde el Sol. Nosotros, nos enriquecemos gastando la energía acumulada por la naturaleza en los hidrocarburos.

El patrón se repite, no debería sorprendernos.

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