Culpechavez



Y ahora, culpemaduro. Facilísimo, me lavo la cara y la culpa la tienes tú, la cara visible de la situación.

La verdad es que el manejo ideológico del sector medio de la población, ese que disfrutó de las gotas que chorreaban de la riqueza que nos pasó por delante, fue relativamente sencillo de lograr, porque no era mucho lo que hacía falta. Acostumbrados a disfrutar en grande de una riqueza que no provenía del trabajo, sino de la renta del petróleo, construimos una "pujante" clase media que lo que hacía en su mayoría (con honrosas excepciones), era comprar espejitos afuera y vender oro puertas adentro. Vendedores y distribuidores de cuanta vaina nos vendían desde afuera, puros comerciantes de baratijas y de exquisiteces que nunca invirtieron un carajo en desarrollar algo propio en el país (repito, con honrosas excepciones). Quienes se pusieron a producir de verdad y se llenaron de billetes fueron los que llegaron con una mano adelante y otra atrás, desde la Europa arrasada por guerras y que hoy nos recibe como plaga. Esa gente tuvo que trabajar mucho para sobrevivir, montaron sus esfuerzos y obtuvieron sus resultados. Mientras los venezolanos brindábamos con champán, pagado por el petróleo, los europeos trabajaban de sol a sol, por eso tienen lo que tienen. Nosotros no, se nos acabó la fiesta del petróleo y nos jodimos. Por ahora.

Esa pujante clase media cree que todo es culpechavez y culpemaduro, ni siquiera entiende que buena parte del desastre que hoy tenemos se debe al parasitismo no productivo que la forjó y al adoctrinamiento que nuestro vecino del norte nos produjo. Con todo aquel cuento del castrocomunismo y otras estupideces, la doctrina caló tanto en nuestra sociedad (como la de Ligia Elena) que resulta sencillo entender cada pataleta que hace. Para todos, menos para ellos. En los juegos de valores, el deslumbramiento por el amo rompe el flanco de la racionalidad y nos ponemos mansitos a escuchar y aprender con atención lo que nos dictan desde afuera. ¡Zaz!, la pegaron del techo con esa faja social. Con mucho tino lograron asociar a la inteligencia y la cultura con el pensamiento de la oposición, mientras que la brutalidad y la ignorancia se la adosaron al chavismo. Claro, ¿a quién no le gusta que lo confundan con una persona inteligente? Cualquier opositor que se respete no entiende cómo una persona tan inteligente pueda ser chavista. Los resultados actitudinales en la clase media no han sido ninguna sorpresa, pero lo más increíble de todo son los desclasados que se sienten en esa franja, así coman pura auyama con batata.

Con esa fuerza que te da el creerte más que los demás, sobre todo, más que los chavistas, la clase inteligente ridiculiza todo lo que salga de semejante barbarie. No importa que desde el gobierno se haya intentado mejorar las condiciones materiales de la población, igual, esos bichos no tienen ni inteligencia ni derechos. La base de la argumentación parte del rechazo por cualquier idea o propuesta que se salga de lo convencional; una vaina que sobrepase la limitada capacidad de análisis que tenemos está sujeta al rechazo colectivo. La sociedad civil es la que piensa. Insurgir significa perturbar lo que pienso, y no estoy dispuesto a permitirlo. Así como estoy, me siento muy cómodo. El resto que se joda, que se pudran quienes no forman parte de la sociedad civil, porque quien tiene el poder de decisión soy yo. Para eso es que tengo inteligencia.

Sin embargo, a carajazo limpio, Chávez instaló el discurso disruptivo en la cabeza de los supuestos brutos, y resulta que comenzaron a hablar. Ya pensaban desde antes, pero ahora, tenían un intérprete que hablaba su idioma y que les llegó con su mensaje. Por primera vez en muchos años, toda la vida para muchos, pudieron hablar en espacios que antes utilizaba la sociedad civil para hablarle a los brutos. Qué vaina, ahora resulta que esa fuerza se cree inteligente y además pretende gobernar ¿qué carajo va a entender esa gente de Zaratustra?

Al igual que todas las cosas surgidas de la barbarie, la propuesta del Socialismo del Siglo XXI fue como una patada al intelecto ¿cómo es eso que hay que discutir el porvenir? Eso ya está resuelto. Déjame advertirte que con mis hijos no te metas; con mi casa no te metas; con mi religión no te metas; con mis libertades no te metas. Con mi jefe no te metas. Pero el bárbaro este se metió con todo, hasta quiso meterse en mi cabeza y no lo dejé.

Comenzó a liberar cosas. Comenzó a entregar la propiedad de los medios de producción a quienes producían, la tierra a quienes la trabajaban, en una sarta de acciones que se parecían al fantasma que recorrió Europa. Y comenzó también a pisar los callos de quienes se habían apropiado antes de esos medios, en una época en la que nadie trabajaba, excepto los brutos-hablantes, y que con complicidad de la misma sociedad civil, se adueñaron de cosas y casas que no les pertenecían. No trabajaban, pero amasaron inmensas fortunas y capitales. La responsabilidad de la producción estaba ahora en manos de los trabajadores.

Comenzaron los problemas. La dirigencia sindical que organizaba a los trabajadores, la supuesta avanzada ideológica que conduciría al proletariado hacia la emancipación, decidió emanciparse a sí misma. Sustituyeron a los jefes explotadores de antes por los explotadores de ahora. Los gerentes medios del Estado que estuvieron a cargo de evitar que estas cosas ocurrieran, porque ya habían ocurrido antes, se dedicaron a canalizar los esfuerzos financieros también hacia su propia emancipación económica. Convirtieron los auxilios en comodidades, como los cerdos de la Rebelión en la Granja de Orwell. Se suponía que la tarea era levantar la producción con nuevas manos e ideales. Pero la gerencia y el sindicalismo no entendieron el mensaje.

En la medida en que no se entendió el mensaje, pero habíamos conquistado cierta independencia y, por lo tanto, mayor vulnerabilidad, la clase media, formada, instruida y con recursos, se dedicó a marchar como loca cuando no a participar de los guisos; a voltear la bandera y a abandonar desesperada los espacios de dirección y construcción que le correspondían, pendiente de que no les quitaran la casa, el carro y los hijos. Cuando justamente tenían la oportunidad histórica de hacer lo contrario y adueñarse del país. Ya tenían el país en las manos e hicieron como Pilatos. Quizás peor, como Judas. Los ojos entrenados y la experticia con que contaba la nación, se dedicó a cuidar sus propiedades de las invasiones que nunca llegaron, oyendo los consejos de sus verdugos, que les cantaban y les decían qué pensar y qué hacer.

Una oposición conducida por una dirección política increíblemente torpe y entreguista (y bruta); secuestrados mentalmente por un poder que siempre los ha jodido mientras le mantienen el circo, fabricándoles un discurso vacío y pegajoso para cohesionarlos en el esfuerzo de su propio suicidio. El análisis y el razonamiento, el método científico que se supone aprendieron en las universidades gratuitas fue reemplazado por el cerebro colectivo y volátil de las redes sociales, las neuronas se sustituyeron por cables que manejan otros, y el resultado fue comenzar a vivir según la instantaneidad de los tuits y de los guasaps. Sumergidos en una epopeya épica, con disfraces al estilo medieval, justificando incendiar el país con tal de salir del opresor. Error tras error, torpeza tras torpeza, cagada tras cagada, como si fuera hecho a propósito, donde el único provecho lo han sacado quieres vieron las sillas vacías y se instalaron a guisar.

Los espacios de dirección abandonados por gente con la capacidad técnica (ya vemos que no tenían sustancia ideológica) se llenaron de gerentes medios lambusios y mediocres, venezolanos rentistas y oportunistas como muchos, sin color de origen pero con la boina roja-rojita, pertenecientes también a la clase media, que se fotografiaban con Chávez y al voltearse lo maldecían, mientras pasaban sus números de cuenta para el próximo negocio.

¿Qué hizo el imperio? Lo único que sabe hacer: destruir. Esta vez lo hizo por omisión. Teníamos la Patria en las manos pero no sabíamos qué hacer con ella, a pesar de todo el esfuerzo que se hizo desde el Gobierno y que no entendimos. Tener Patria significa darle comida y trabajo, cosas que antes hacía el imperio mientras nos sacaba las tripas, pero que ahora, sólo con dejar de hacerlo y cortar las vías de abastecimiento externo, era más que suficiente para que nosotros solitos nos ahogáramos. Se instaló la guerra económica. Un término muy puteado que resume la enorme cagada que pusimos como sociedad que no fue capaz de preparar la salida, antes de despegarnos del imperio. Y eso que se hizo un gigantesco esfuerzo, desde todos los ángulos del Gobierno.

El otro día leí, mientras estábamos en las expectativas de llegada de los famosos perniles para diciembre, un tuit que decía más o menos así: 30 millones de venezolanos esperando que lleguen los perniles y ninguno ha pensado en criar ni un cerdo. Es decir, nos sacudimos de quien nos mantenía, a unos más contentos que a otros, y no nos ocupamos de aprender a mantenernos por cuenta propia.

Ahora desde la oposición radical, la misma que aún mantiene secuestrada a la clase media y a los desclasados, mandan mensajes por las redes porque, supuestamente, la única salida de este régimen es “calle y más calle”. Paradójicamente, eso es exactamente lo que desde que llegó a la presidencia Chávez se cansó de decir, de apoyar y hasta pudo meterlo en la CRBV, en lo que se llama la democracia participativa. Calle y más calle. Pero no como unos tarados a patear vidrios, a romper ciudades y a incendiar el país, ahogándonos a todos en basura, humo, malandraje y desesperanza, tal y como proponen los imbéciles de la dirigencia que los incita. Sino, calle y más calle para ocuparse de los asuntos de la calle que son colectivos, nuestros, y que por no ocuparnos del modo en que la ideología chavista tiene años insistiendo, pues tenemos la realidad que tenemos, la de un bojote de ineptos ladrones enquistados que se están robando al país.

Mientras sigamos así, viendo los toros desde la barrera, pensando que la solución es patalear como malcriados, no importa el color del equipo que gobierne, los resultados siempre serán los mismos. Esa es la esencia del planteamiento que Chávez hizo: la política ejecutada por los ciudadanos, no por los políticos. Qué arrechera tan grande debe ser tener que aceptar que el carajo tuvo la razón desde el principio y que tenemos años cagándola. Escupiendo pa’arriba.

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