¿Qué enseñamos y cómo enseñamos, enseñamos a pensar?

Supongo que esa fue la preocupación original que expresó César Lorenzano en su trabajo “La Epistemología, Herramienta para Pensar la Ciencia”. El autor acusa dos fenómenos (siguen siendo actuales) que sobrepasan los recursos y el alcance de la enseñanza tradicional y por los cuales debemos modificar sustancialmente lo que hacemos en las aulas de clase: la explosión de la matrícula y la explosión del conocimiento. Si bien el primero cuenta con una innegable evidencia demográfica, característica de algunas sociedades (como la venezolana, por ejemplo) y que, ciertamente, se ha visto favorecido por las exigencias del modo de producción actual; sobre el segundo fenómeno tengo algunas dudas: ¿Será que hoy día sabemos más cosas?
El fenómeno explosivo de la matrícula se pudiera resolver tal vez por la vía del aumento en el número de instructores, procurando incluso cada educando se convierta automáticamente en un educador más y multiplique su aprendizaje. O, porque el alcance (mejoramiento) de cada educador y de su “epistemología”, tal cual se sugiere en el escrito, crezca y efectivamente llegue una mejor educación en el pensamiento a más educandos. Quizás por la vía de las tecnologías utilizadas en educación; tal vez. Ese es un primer tema, pero quiero centrarme en el segundo.

¿Hay más conocimiento o, simplemente, el conocimiento se ha difundido más?

Es innegable que en la actualidad existe más difusión y acceso a cualquier conocimiento, crece la tendencia hacia una mayor apropiación de los saberes por parte de la población. Posiblemente, la apropiación real sea de un conocimiento que ya existía y que apenas ahora es cuando se está regando en la población, quién sabe con qué motivo o por cuál razón, pero en parte gracias a la interconectividad que se ha logrado con el crecimiento en las redes de comunicación. Quizás la velocidad de generación de conocimientos no sea tan elevada como se alega. Quizás lo elevado sea más el descubrimiento que hace la población de conocimientos que ya existían, dispersos u ocultos, pero que ahora están más disponibles gracias a las redes. Por lo tanto, tal vez no sea justo acuñar esas viejas “nuevas ideas” en la contabilidad de estos tiempos.

¿Cómo se mide la cantidad de conocimiento que se genera?

Tengo mis dudas sobre esos números y esas cifras que se exhiben como indicadores de nuevos conocimientos. Por cierto, no estoy sentenciando que no haya creación de nuevos conocimientos, tan solo pongo en duda el ritmo real que pueda tener en la actualidad y a esos multiplicadores que abruman.

Por ejemplo, una cuantificación de ese conocimiento que se reporta como nuevo pudiera ser la apropiación, por la vía de nuevas patentes y registros de saberes que ya existían desde tiempos ancestrales, pero sobre los cuales nadie había hecho una reclamación formal, simplemente porque formaban parte del imaginario colectivo y se utilizaban sin las restricciones que impone el actual
sistema de autoría intelectual reguladas hoy por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO). Conocimiento milenario “patentado” como nuevo que va desde métodos y sistemas de construcción tradicionales hasta remedios naturales y lociones embellecedoras, obtenidas desde la selva.

Esta acción de apropiación la describe el portal web biopirateria como “...una práctica mediante la cual investigadores o empresas utilizan ilegalmente la biodiversidad de países en desarrollo y los conocimientos colectivos de pueblos indígenas o campesinos para realizar productos y servicios que se explotan comercial y/o industrialmente sin la autorización de sus creadores o innovadores”. Afortunadamente, se ha generado una reacción proteccionista que, entre otros acuerdos, ha llegado a un protocolo avalado por las Naciones Unidas, en donde se regula el asunto, denominado Protocolo de Nagoya.

Otros números para las estadísticas vienen de esos nuevos desarrollos que hoy se asoman como avances tecnológicos ¿Son acaso nuevo conocimiento o el desarrollo y la explotación comercial de viejos inventos que hoy se hacen rentables? ¿Son ideas viejas vistas desde un nuevo ángulo o los viejos ángulos en una nueva idea?¿Qué es realmente lo nuevo?

Pienso, por ejemplo, en el sistema antibloqueo de frenos ABS, patentado por la compañía alemana Bosch en 1936; desarrollado a medias en laboratorios a partir de los 70, y convertido en equipo estándar para vehículos de primera línea sólo a mediados de los años 80. Finalmente, se hizo obligatorio para todos los vehículos europeos a partir del 2004 (68 años después de registrada la patente). Es bueno mencionar que hoy día todavía hay montones de carros “económicos” que aún no tienen el equipamiento ABS. Igual está ocurriendo en este momento, por ejemplo, con los sistemas electrónicos para el control de tracción, que evita que los carros “lujosos” derrapen y así puedan ir más rápido y seguros los conductores que pertenecen a un segmento de mercado “billetudo”. Para los conductores "no-billetudos", es decir las masas, existen los carros económicos que apenas incluyen antirresbalante en el volante y la pericia del conductor, junto a estampitas de santos. Por cierto, la extraordinaria masificación que los chinos han hecho de la tecnología (principalmente por la vía del plagio) ha ayudado mucho a que esta permee (más bien que se chorree) más rápidamente hacia los estratos menos favorecidos. Se han fusilado cuanto invento ha caído en sus manos sin pararle mucho al sistema de patentes y lo fabrican en escalas monumentales, para inundar los mercados con su producción. Seguimos.

Nos creemos el cuento de que el conocimiento pertenece a toda la humanidad, que el conocimiento es libre y se genera por asociación; pero la asociación que hay es con el sistema de producción, de ahí viene la actual competencia feroz entre países del primer mundo para patentar hasta el modo de respirar. Cuando Neil Armstrong pronunció el 20 de julio de 1969 aquel “That's one small step for man, one giant leap for mankind”, cada uno de nosotros sintió que formaba parte de esa humanidad: yo, como ser humano, sentí ese triunfo tecnológico como propio (recuerdo vagamente haber visto ese momento en vivo, por televisión). Sí, de acuerdo, giant leap for mankind, pero había que pagar por el uso de las patentes del leap para disponer de ese conocimiento; con dinero y con sangre. Estábamos en los albores de las ideas neoliberales de los economistas de la escuela de Chicago y de la Alianza para el Progreso, en los mismos años en los que Piaget hablaba de la Epistemología Genética.

¿En qué etapa de la vida es que tenemos que enseñar el giant leap a los estudiantes? Centrémonos en esa “gramática de la ciencia” que menciona el autor.

Si bien coincido con el autor cuando estoy consciente en que el esfuerzo didáctico hay que hacerlo en la primera escuela, apoyado en parte por todo lo que establece Piaget, quiero puntualizar el hecho de que la educación que se orienta realmente hacia un uso intensivo de los nuevos conceptos de la tecnología, los más recientes, no es ni en la primera ni en la segunda: es en la universitaria. Si hablamos de nuevos conocimientos, es ahí donde se utilizarían.

El conocimiento que se le imparte a los estudiantes en la formación universitaria, por lo general, son principios básicos y casi universales que fueron descubiertos hace 50, 100 o 500 años (hasta más en algunas ciencias). Lo que con más frecuencia se aduce hoy día que va quedando “obsoleto” es la tecnología, una percepción fácil de transmitir por el deslumbramiento que la publicidad induce en su afán por aumentar el consumo de “nuevos” modelos de aparatos electrónicos, que no vienen a ser más novedosos que una vieja versión a la que se le administran uno o dos ingredientes adicionales ya “descubiertos”. En realidad, la vigencia originaria de lo que se muestra en clases aún se mantiene, los principios siguen siendo válidos aunque se asegure lo contrario. Sin embargo, una pequeña dificultad didáctica está en que ese saber formó parte de un discernimiento mental que tomó a los proponentes de entonces (Newton, Maxwell, Marx, Adam Smith, etc.) años y años de vida dedicada; pero que ahora son conceptos que se pretenden transmitir y se deben asimilar en un curso de 4 o 6 meses. No es posible comprimir el conocimiento de siglos en años. A partir de ahí coincido con el autor en que es indispensable y más efectivo enseñar a pensar. Pero también, por mucho que aprenda a pensar un discípulo, parece complicado que logre asimilar y digerir el conocimiento de centurias en horas. Irremediablemente tendrá que conformarse con un resumen del saber humano. Hiperespecializado, además.

Paradójicamente, en los campos donde sí considero se están generando nuevos conocimientos es en la educación y en la docencia, ciencias que finalmente han comenzado a ser respetadas por la tecnología y que están en pleno descubrimiento de los procesos cognitivos y del funcionamiento del cerebro humano.

Tampoco es completamente cierto que un recién egresado de cualquier escuela superior trabaje directamente con tecnología de punta en cualquier área, así como tampoco es cierto que cuando comienza sus estudios, estaría recibiendo el control de lo que en ese momento sea la punta de la ciencia. Nada más lejos de la praxis. Creo que son elementos estadísticos que se utilizan para impregnar de dramatismo a una argumentación futurista. Mientras más de punta sea un área de trabajo, más controles de seguridad tiene que pasar el aspirante y más “galones” debe tener, mayor tiempo de formación especializada y más supervisión de lo que hace, no vaya a ser que se robe y venda el secreto. Así que dudo mucho que dejen entrar a un recién egresado en un área de trabajo en donde se considere obsoleto todo lo que acaba de estudiar. Hay que enseriarse en este punto.

Hasta ahora llevo varias interrogantes:
    • ¿Cómo se mide ese número de conocimientos que se descubren, cuáles son los parámetros?
    • ¿A quién va a parar y a quién sirve el conocimiento que se genera, quién lo administra?
    • ¿Qué papel juega el sistema de patentes en la disponibilidad de ese conocimiento?
    • ¿Qué se patenta?

Otras más: ¿De dónde sale el conocimiento y quién lo produce?¿Se puede considerar como nuevo realmente?

Las personas, una vez que están en contacto con información nueva (conocimientos) que antes no tenían, o a la que no tenían fácil acceso, lo absorben, lo recombinan y producen lo que pudiera ser un nuevo conocimiento, por asociación de otros conocimientos, un proceso descrito por la teoría cognitiva del aprendizaje. Este procedimiento no implica que se estén descubriendo “nuevos” conocimientos, en el sentido de haber encontrado algo nuevo, sino más bien que se hace sobre la asociación de uso con conocimientos ya existentes y lo que se encuentra es, en realidad, una nueva aplicación o la factibilidad del aprovechamiento económico para un viejo conocimiento. Esto es dramáticamente válido en el mercado de equipos electrónicos y de computación, una oferta gota a gota de viejos elementos en equipos nuevos, con la intención de mantener siempre el interés por renovar lo que en la publicidad se va calificando como obsoleto; un elemento de diseño industrial llamado obsolescencia planificada.

En cualquier caso, pareciera que para la mayoría de los ejercicios mentales la memoria ya no se ejercita, su uso descansa en la nube y en la tecnología. El razonamiento analítico como que se olvidó, y hoy día somos meros organizadores de conocimientos que ya están depositados en alguna parte (almacenados en la nube) y que pasan por nuestras manos (no por nuestros cerebros) para construir collages de figuritas; a los estudiantes se les entrena de ese modo ¿Se genera nuevo conocimiento en la aplicaciones que se obtienen por la combinación de conocimientos ya existentes? Algo de ese conocimiento que se organiza ¿Nos queda en la cabeza?

Además de enseñar a pensar, me parece también importante enseñar a pensar en colectivo y en equipo, a razonar y analizar en conjunto, en redes de pensamiento. Recurro a lo mencionado antes sobre el conocimiento de siglos que se presenta hoy simplificado, pero que no deja de ser una tarea monumental internalizarlo de forma coherente e integrada. Ese parece ser el verdadero reto de la enseñanza (y del futuro). Tendremos que inventarnos algo nuevo.

Comentarios

  1. Pensando en aquello de la nube en la que pareciera descansar el conocimiento actual, a veces me pregunto si nos podremos caer de la nube????....

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  2. Esa nube no es nuestra, por más que nos repitan que sí lo es. Por eso pienso que no es que vamos a caernos de la nube, cosa fácil, sino que ya caímos en ella.

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