Comuna o Nada ¿qué declaración tan terrible será esa?

Las comunas son una especie de encierro dictatorial que inventó el régimen para arrancarnos la democracia y la libertad; eso está claro. Quieren quitarnos la democracia y obligarnos a pensar igual que ellos, adoctrinarnos, quieren eliminar las iglesias y uniformar de rojo con fusiles y boinas a nuestros hijos, hacerlos sirvientes de su ideología. Son tantas y tan feas las cosas si nos mantenemos en esta dictadura que no vas a querer seguir leyendo. Voy a revisar la Ley esa para confirmarlo. Quiero mi libertá.

Bueno, en realidad no es una sola ley, sino un conjunto de leyes complementarias conocido como las del Poder Popular. Un poder que aún no está definido como tal en la Constitución, pero que se entiende y se asume su fuerza institucional a partir del desenvolvimiento progresivo y organizado del pueblo en ejercicio de sus derechos y de su soberanía. Hasta han hecho el símil de este proceso con la llamada Dictadura del Proletariado que viene a ser como el "empoderamiento" (así lo llaman ahora) del pueblo organizado. Estas leyes, cinco por ahora, son las directrices que buscan armonizar las relaciones entre el accionar del pueblo organizado y las instituciones del Estado, a eso se refieren. Se promulgaron en la Gaceta Oficial Extraordinaria número 6.011, del 21 de diciembre de2010, y son: 1a)la Ley Orgánica (LO) del Poder Popular; 2a)LO de Planificación Pública y Popular; 3a)LO de las Comunas; 4a)LO del Sistema Económico Comunal; y 5a)LO de Contraloría Social. La primera Ley define qué es y en qué consiste el Poder Popular; la segunda, cuál es la forma del accionar dentro del Estado; en la tercera, cómo se organizan territorialmente las comunas; en la cuarta, cómo se organiza su economía; y en la quinta, cómo se vigila a sí misma y al Estado. Todas, instrumentadas desde los ciudadanos y hasta el Poder Nacional, es decir, el ejercicio organizativo desde las bases populares hacia el Estado. Por cierto, en ninguna de ellas me parece haber leído frases tan terribles como las que mencioné al principio. Seguiré buscando.

Esta situación de la pandemia y la cuarentena debería habernos puesto a reflexionar sobre el rumbo que cada uno de nosotros lleva junto a la humanidad. Si creemos que sólo hay que aguantar la pela hasta que encuentren una vacuna para poder salir de nuevo a rumbear y recuperar el tiempo perdido por el encierro, pues, parece que no hemos entendido a cabalidad la dimensión del conflicto en el que estamos metidos; ni tampoco entendemos el alcance del efecto pernicioso que como otra especie biológica más, el hombre y la mujer, estamos ocasionando sobre el equilibrio ecológico y térmico del planeta. Por las redes han circulado vídeos súper tiernos donde se ven animales en las ciudades vacías, recuperando espacios, dicen, o delfines y ballenas saltando alegres en las playas sin gente, o que la contaminación ha regresado a niveles de la era de Buda. Se nos salen las lágrimas creyendo en esas pendejadas: la Tierra se está recuperando, nos cuentan con música de Vivaldi en el fondo, como si todo el basurero que alegremente hemos arrojado a los ríos y mares desaparecieron en estos meses de encierro. O todo el humero que botaron los carros y fábricas desde hace doscientos años se mudó a Marte. Lamentablemente, los cambios en la Tierra no ocurren tan rápido como dicen por las redes, sus dinámicas implican decenios, centenios y hasta milenios para completarse o cambiar de estado. No vayas a creer que después de mil años echando basura y quemando de todo, ahora en unos pocos meses vamos a salvar al planeta. Con este frenazo, lo único que tenemos es tiempo ocioso para pensar en cómo resolver el peo en el que estamos. Pero el peo sigue igualito.

Ajá, y ¿qué tienen que ver las comunas con esto de la pandemia reflexiva? Bueno, eso de pensar en cómo vamos a salvar al planeta luce como complicado, parece que hace falta un plan, un cambio de régimen que nos permita ser libres. Quiero poder tener un buen sueldo para comprar todo lo que se me antoje, lo que me dé la gana, escoger libremente entre Cocacola o Pepsicola, comprar un carro nuevo cada dos años y olvidarme de los talleres. Quiero eso, vivir decentemente y en libertad, como me lo merezco. Y resulta que eso es justamente lo que tiene jodido al planeta, que queremos hacer lo que nos da la gana sin pararle al efecto que tienen nuestros antojos y nuestra arrogancia sobre un mundo que tiene límites. Mientras que quienes nos alebrestan para ejercer esa libertad de consumo infinito, pretenden seguir fabricando peroles inútiles sin límites, cueste lo que cueste y arrasen con lo que arrasen. Claro, pareciera que a ellos no les afecta, total, al final se irán en un cohete al espacio o se esconderán en un bunker y nos dejarán este infierno a nosotros, los pendejos de siempre (como lo plantean AQUÍ, por ejemplo).

Para procurar un planeta relativamente estable necesitamos reducir drástica y dramáticamente el nivel de consumo actual: adaptarnos a los recursos que tenemos, creer en lo que sabemos, utilizar sólo la energía que podamos obtener del entorno inmediato (y nada más), consumir sólo lo que podamos producir localmente. Lo demás, el resto de los antojos, hay que descartarlos completa y radicalmente. Y eliminarlos del imaginario. Necesitamos olvidarnos de lo individual y comenzar a pensar y actuar sólo en colectivo, ecológicamente, sosteniblemente, a vivir con muchas restricciones razonables de forma comunitaria. Como si viviéramos en una comuna, a compartir y a resolver nuestros problemas comunes. A cuidar el ambiente común que nos abriga.

Nuestra Constitución (CRBV), el contrato social que nos rige y nos ordena, tiene declaraciones e intenciones que apuntan como principios a la preservación del ambiente, aunque de manera muy general: dice qué, pero no dice cómo. Dedica en el Título III “De los Derechos Humanos y Garantías, y de los Deberes”, Capítulo IX “De los derechos ambientales”; los Artículos 127: “Es un derecho y un deber de cada generación proteger y mantener el ambiente en beneficio de sí misma y del mundo futuro. Toda persona tiene derecho individual y colectivamente a disfrutar de una vida y de un ambiente seguro, sano y ecológicamente equilibrado...”; y el Artículo 128: “El Estado desarrollará una política de ordenación del territorio [...] de acuerdo con las premisas del desarrollo sustentable...”.

Adicionalmente, en la CRBV se hace una referencia quizás más importante, al incluir dentro del Título VII “De la Seguridad de la Nación”, Capítulo II “De los Principios de Seguridad de la Nación”; Artículo 326, lo siguiente: “La seguridad de la Nación se fundamenta en la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil, para dar cumplimiento a los principios de independencia, democracia, igualdad, paz, libertad, justicia, solidaridad, promoción y conservación ambiental y afirmación de los derechos humanos, así como en la satisfacción progresiva de las necesidades individuales y colectivas de los venezolanos y venezolanas, sobre las bases de un desarrollo sustentable y productivo de plena cobertura para la comunidad nacional. El principio de la corresponsabilidad se ejerce sobre los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar”. Por cierto, lo “productivo” no debería entenderse como producción a gran escala y sin límites, tal y como lo justifica y promociona el sistema capitalista, sino como la satisfacción de necesidades mínimas. Justo ahí está el problemita de la sostenibilidad.

Las proclamas contenidas en la CRBV no salvarán al planeta por sí solas, son apenas la base jurídica para fundamentar decisiones firmes derivadas de ella que nos obliguen como sociedad a resolver los desequilibrios ambientales, por una vía institucional más detallada.

Otro recurso, contemplado también por la CRBV, es la referencia de los esfuerzos del Estado según los planes que debe presentar el Gobierno. Se hace en este momento con el Plan de la Patria 2019-2025. De este plan se identifican cinco Objetivos Nacionales (ON), contenidos a su vez en los Objetivos Históricos, que están alineados ideológicamente con las estrategias descritas en la CRBV:

(1°) ON-1.5: Afirmar la identidad, la soberanía cognitiva y la conciencia histórico-cultural del pueblo venezolano, para favorecer la descolonización del pensamiento y del poder.

(2°) ON-2.6: Gestar el proceso de descolonización ético, moral y espiritual de la sociedad, a partir de la construcción de los valores liberadores del socialismo.

(3°) ON-3.1: Desarrollar el poderío económico con base en el aprovechamiento óptimo de las potencialidades que ofrecen nuestros recursos, mediante la construcción de un nuevo sistema productivo, sistema logístico y de distribución, lógica de precios y metabolismo del capital, así como maximizar el desarrollo e integración de cadenas productivas nacionales y regionales, bajo la premisa de la interdependencia y creación de valor.

(4°) ON-5.1: Construir e impulsar el modelo histórico social ecosocialista, fundamentado en el respeto a los derechos de la Madre Tierra y del vivir bien de nuestro pueblo, desarrollando el principio de la unidad dentro de la diversidad, la visión integral y sistémica, la participación popular, el rol del Estado Nación, la incorporación de tecnologías y formas de organización de la producción, distribución y consumo, que apunten al aprovechamiento racional, óptimo y sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza.

(5°) ON-5.4: Construir un modelo de ciudades, urbanismos y edificaciones ecosocialistas, en consonancia con las variables geográficas, tradiciones y costumbres, dignos y eficientes para el desarrollo del buen vivir.

Los objetivos de los numerales (1°) y (2°) atienden a la valoración de la identidad nacional, al uso de los conocimientos locales y a la percepción que tienen los habitantes de pertenecer a su propio espacio geográfico. Es decir, la valoración y potenciación del conocimiento autóctono; el originario y nuestro, el único que nos puede salvar.

El objetivo del numeral (3°) es una invitación a la independencia económica, aprovechando de primero y al máximo los recursos locales, y sin excluir el intercambio, tal y como pudo haber sido uno de los criterios ancestrales originarios para la ubicación de los asentamientos humanos en la era prehidrocarburos.

Los objetivos de los numerales (4°) y (5°), incluidos ambos en el Objetivo Histórico N°5: “Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana”, son los más cercanos a la estrategia de conservación energética y ecologista, sobre todo el (4°) que promociona la agregación de esfuerzos y el trabajo colectivo. El Plan de la Patria sigue siendo general y muy válido como referencia para la salvación, aunque no es suficiente.

El instrumento legal cuya orientación práctica y estratégica se acerca realmente a lo que pudiera ser ese anhelado camino al equilibrio natural, sustentado en los dos instrumentos anteriores, es la Ley Orgánica de las Comunas, la que en su Título II “De la Comuna”, Artículo 5, las describe como “...un espacio socialista que, como entidad local, es definida por la integración de comunidades vecinas con una memoria histórica compartida, rasgos culturales, usos y costumbres, que se reconocen en el territorio que ocupan y en las actividades productivas que le sirven de sustento, y sobre el cual ejercen los principios de soberanía y participación protagónica como expresión del Poder Popular, en concordancia con un régimen de producción social y el modelo de desarrollo endógeno y sustentable, contemplado en el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación”. Socialista se refiere a la preponderancia de lo social, así como comunista se refiere a la preponderancia de lo común; de lo comunitario.

Si analizamos una a una las ideas resaltadas de la definición anterior, tenemos que la “...integración de comunidades vecinas...” apunta a la conformación de un conglomerado social, cercano, con todas las ventajas que la acción colectiva representa. Además, la cercanía inherente al hecho de que son “...comunidades vecinas...” implica una reducción al mínimo en los costos de traslado, intercambio y transporte (reducción en los costos de energía) para todo bien que se produzca y se consuma, porque son producidos y consumidos localmente. Luego, los “…rasgos culturales, usos y costumbres, que se reconocen en el territorio que ocupan...” valoran la indispensable cultura propia y nuestra confianza en ella, originaria y nuestra, es decir, la adaptación del ser social a su propio ambiente, a su espacio geográfico natural y, con ello, a la solución in situ de sus problemas inmediatos. La frase: “…las actividades productivas que le sirven de sustento ...”, lleva implícita la independencia alimentaria y el estímulo al desarrollo de tecnologías propias que lo hagan realidad, sin esperar subsidios externos. Y finalmente, un “…modelo de desarrollo endógeno y sustentable...” que obliga a fortalecer todo lo anterior para que sea perdurable en la realidad; sostenible.

Tenemos pues que, esa declaración de guerra mencionada al inicio de este escrito: “Comuna o Nada”, de acuerdo con su definición para las comunas, no significa que se hará tierra arrasada si no piensas como “ellos”, sino que resulta ser el modelo de supervivencia que el pueblo de Venezuela le propone al mundo desde su Constitución, como una opción que luce factible para salir de la “nada”. Cada quien lo entiende como mejor le parezca; yo lo asumo como que la “nada” es inevitable si seguimos como vamos, a menos que adoptemos un sistema comunitario. Que inventemos un modelo de organización social para procurar ese deseado aunque no bien comprendido equilibrio biológico en el planeta y mejorar las posibilidades de alargar en él nuestra existencia digna; tenemos un tesoro ideológico, pues. Así que las comunas no parecen ser tan terribles como pensaba al principio, sino que son una vía factible de escape al conflicto planetario que desde esta pandemia y su cuarentena nos hemos visto obligados a contemplar y a revisar. Y una ciudad comunal, la integración final de las comunas, no es un edificio ni una construcción en particular, por favor, es una forma social de organización, no tiene que ver con cuestiones físicas.

Aunque una cosa es la definición teórica y otra muy distinta es la comprensión. La asunción y el desarrollo de un modelo de convivencia como este exige una discusión permanente: el fin se conoce, lo que no se conoce son los medios. Ningún modelo es perfecto, el comunitario que teníamos antes de civilizarnos nos condujo a lo que actualmente somos. Las condiciones son otras. La inteligencia y el conocimiento actual nos deberían servir de estímulo para entender mejor el entorno y sus límites, un equilibrio que antes se mantenía sólo por los rigores de la vida al natural. La tecnología nos ha librado de plagas, hambrunas, desastres y otros “controles” biológicos que mantenían a la población dentro de límites estables. Ahora, prácticamente sin restricciones biológicas, arrasamos sin límites con los recursos y destruimos el entorno que soporta la vida misma en la Tierra.

Ahí está el reto intelectual de la declaración, en ver si somos capaces de evitar la extinción masiva sin estrellarnos en la nada. Y no en la pendejada esa de creer que nos van a adoctrinar y a vestirnos de rojo.

 

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