¿De dónde sale mi sueldo?

 


Algunos se preguntarán cómo yo ¿de dónde salen los reales para mí sueldo? Sobre todo en esta época cuando la quincena se le va uno en una visita rápida al automercado. Sale uno caminando con tres bolsas que tienen la retribución por 15 días de trabajo, pensando cómo hacer para llegar al próximo fin de semana. Terrible. Es una presión creativa permanente, una exigencia continua al rebusque para completar a lo sumo las necesidades fisiológicas, ni hablar de antojos o la reparación de algún aparato que deje de funcionar.

El sueldo se supone que es la venta de mi jornada de trabajo, lo que recibo como retribución por haber participado en algún proceso productivo. Pero, ¿producción de que? Si yo lo que hago es dar clases. Bueno, las clases son parte de la producción de saberes y de la formación de recursos que a su vez producen cosas. Soy algo así como productor de productores. Producimos ideas, con ellas ayudamos a que otros aprendan a producir, formamos parte de una cadena que no transforma cosas directamente, pero que enseña a otros a hacerlo. Yo lo entiendo cómo algo muy noble y necesario, lo he disfrutado mucho en mi vida y también he crecido junto a mis estudiantes. Aunque la pregunta me sigue dando vueltas en la cabeza: ¿de dónde salen los reales para cubrir mi sueldo?

El sistema económico predominante nos hace creer que se puede producir mucho con la cabeza, con las ideas, pero resulta que la única forma de producir algo en la realidad es con las manos y con el trabajo físico, porque son los únicos medios con los que se pueden transformar cosas, que es el verdadero significado de producir. Producir es transformar. Con la cabeza puedes producir una idea muy buena, que sólo existirá cuando unas manos la construyan, cuando siguiendo los pasos de la idea, esas manos tomen los componentes del entorno y lo transformen en algo nuevo. Hoy, hacer dinero se asume como producción, y de hecho se contabiliza como tal. Sin embargo, lo único que se logra al hacer dinero es acumular al propio medio de intercambio: el símbolo monetario; no lo que se produce. El capital es un medio de producción, si se junta con la mano de obra y con la energía es cuando finalmente se puede producir una mercancía, algo ya transformado. Reproducir dinero no es producir riqueza. Acumularlo no hace más rico al conjunto, sólo más desigual la repartición de una riqueza que ya existe. Multiplicar el dinero es tan fácil que los gobiernos lo hacen a cada momento, como estrategias en sus políticas monetarias. Las emisiones de dinero sirven para dinamizar la economía, pero no producen absolutamente nada, es apenas un cebo, un incentivo simbólico para que todos creamos que estamos intercambiando valores; como la zanahoria que se le pone adelante al burrito. Nos pasamos el dinero de un bolsillo al otro, en la misma comunidad, y somos felices. Así sí trabajamos, decimos, porque hay dinero en la calle, sobre todo cuando me quedo con una comisión por moverlo.

¿Quién me paga el sueldo entonces? Si los verdaderos productores son pocos, aquellos que lo son tienen que producir más, para cubrir las necesidades propias y para cubrir también las de cada productor de ideas, como yo. En una comunidad donde se producen más ideas que comida, alguien tiene que ocuparse de pagar o subsidiar las cuentas, si no, la comida no alcanza para todos. Eso lo saben perfectamente los países desarrollados, las ideas y la tecnología las ponen ellos, pero usan a esclavos con manos para que las conviertan en riqueza, mientras los ideólogos acumulan el dinero. La verdadera producción se hace en las periferias, como decía André Gunder Frank, y el flujo de capitales se hace en la metrópolis, según lo que se conoce como Sistema-Mundo. Los conflictos sociales surgen cuando los trabajadores-productores ven por televisión o Internet las comodidades que disfrutan en los lugares donde se producen las ideas, logradas con la riqueza que se genera donde se bate el cobre, es decir, en la periferia donde estamos. Todos quieren salir corriendo para allá, a descansar un rato, pero hay una frontera que no los deja pasar. Las fronteras sirven para contener a la gente en sus lugares asignados de trabajo. Todo ese cuento que son para preservar la autonomía y las zonas de explotación exclusiva son ideas muy bonitas para exaltar el patriotismo y promover la misma defensa de las fronteras. Pero las ideas no conocen fronteras, sólo mantienen a la gente donde debe estar: produciendo en la periferia.

Volviendo al tema y repitiendo, cuando uno no logra producir toda la comida que consume, entonces, necesariamente alguien la debe está produciendo por uno (o pasaríamos hambre). Si tampoco hay quien la produzca por uno, entonces alguien debe estar pagando o subsidiando la comida de todos (o pasaríamos hambre). Si estamos en una sociedad, nos repartimos las tareas para que cada quien haga lo que mejor sabe o puede hacer, algunos producirán comida para el resto, mientras que otros producirán aperos, ropa, insumos o servicios de apoyo directo para quienes producen la comida. El resto, los que no producen, tendrán al menos que ocuparse de las ideas, para que los otros dos grupos puedan seguir produciendo con comodidad. Aunque a simple vista parece más cómodo "producir" ideas en la sombrita, sobre todo esas que argumentan que forman parte de la producción.

Cuando el dinero se multiplica como la zanahoria para dinamizar la economía, numéricamente alcanza para pagar mi sueldo. Si las cosas se hacen bien, esas cantidades que recibo por nómina se corresponden con la repartición de toda la riqueza agregada que generaron los productores. El sueldo es como una especie de repartición ponderada, asignada en función de la contribución relativa que cada asalariado hace en la estructura económica con que la comunidad acumula esa riqueza. La tabla de sueldos es el baremo de la producción, es la repartición proporcional de esfuerzos en la meta común de producir riquezas, para que todos podamos alimentarnos y disfrutar de la vida. Los productores de ideas no transformamos insumos, pero formamos a quienes sí lo hacen, y de ese aporte sale la proporción matemática que explicaría nuestro sueldo. No quiero discutir ahora si la proporción es justa o no, solo quiero saber de dónde sale mi quincena.

En Venezuela varios economistas estudiosos y serios han demostrado que nuestro mayor productor durante muchos años ha sido y sigue siendo el petróleo. Aclaremos que no son los trabajadores petroleros quienes producen la riqueza, como creen los de PDVSA. Sin desmerecer su trabajo, como ellos siempre desmerecen el mío, lo que hacen es sólo la minería del recurso: sacarlo del yacimiento y meterlo en un tanque. La riqueza real proviene de la venta de ese recurso que nos pertenece a todos los venezolanos. El petróleo no produce nada, pero es la energía que sirve para producir el 85% de toda la riqueza que se genera en el mundo.

La vendedera de ese petróleo que nos regaló la providencia nos ha permitido a los venezolanos, entre otras cosas, fomentar el oficio del productor de ideas, estamos llenos de profesiones que no siembran ni la caraota en el germinador escolar. Todos nos creemos intelectuales y artistas. Hemos descuidado el fomento de las actividades productivas, porque el dineral que entraba al país alcanzaba y sobraba para pagarle a otros cualquier producción por nosotros: comida llave en mano. El baremo aquel de los sueldos estaba montado en el chorro de oro negro, sin relación alguna con la contribución que cada oficio hacía a la producción nacional. Entonces: si no chillas, no mamas; y así se definieron los contratos colectivos y los sueldos; el baremo, pues. Si hay un equilibrio entre lo que se produce y lo que se consume, nadie pasaría hambre. Pero ese trabajo de cubrir el eterno déficit de producción, la comida y el equilibrio, históricamente ha sido asumido por el petróleo y su riqueza. Y resulta que ahora, el negrito está de paro y estamos pasando hambre. Por razones que he discutido en otras ocasiones, el chorro "productivo" se detuvo y el contribuyente principal está suspendido.

Multiplicar el dinero para dinamizar la economía interna ahora no es tan sencillo. Para cubrir la nómina del Estado podemos alegremente meterle números a la hoja de cálculo y todo cuadraría en el papel. El problema es que por la mala costumbre aquella de comprar todo afuera, no producíamos mucho adentro; y nos acostumbramos a eso. Inflamos por muchos años las agallas de quienes nos hacían el doloroso trabajo de comprar espejitos afuera y venderlos como oro adentro, porque la capacidad de compra era subsidiada por la chequera del negrito: Ta barato, dame dos. El país sigue en las manos de los importadores, pero esta vez no hay balance, porque no tenemos el chorro aquel para equilibrar. Los bolívares que teníamos antes tenían un respaldo que no hacía falta multiplicarlo, porque rendían al intercambiarlos adentro y afuera. Sin embargo, al tratar de multiplicarlos ahora, lo que hacemos es favorecer a los importadores y sus agallas, en lugar de a los asalariados como yo, porque con esa estrategia inducimos a obtener ganancias del diferencial que surge entre el precio de los bienes importados hoy y los precios de venta de mañana, más el rezago en la compensación salarial para los trabajadores. Y mientras se siga importando, en lugar de produciendo, el negocio sigue creciendo.

Por otra parte, quienes se acostumbraron a la riqueza subsidiada no fueron sólo los vendedores, también los compradores. La tradición del gasto con los bolsillos llenos nos pone ahora, aún en semejantes condiciones económicas, a escoger seriamente entre un kilo de verduras o una Nutella, entre harina de maíz o una cerveza, entre invertir para un negocio productivo o comprar un carrito para ir a la playa. No compramos estrictamente lo que necesitamos, sino lo que nos gusta. La argumentación clásica es que con tanta roncha, aunque sea un gustico, y de ahí pasamos directo a alimentar la rueda de la especulación y el consumo superfluo ¿cuántos funcionamos así? ¿Será preferible entonces regalar comida, servicios, gasolina, enseres, que entregar el dinero en un sueldo para que termine despalillado en un bodegón o comprando dólares, que viene a ser lo mismo? Voy entendiendo que el alcance real de mi sueldo parece estar en manos de los importadores, comerciantes y de quien les da el garrote, sin importar la cifra en bolívares que aparezca en mi recibo de pago.

¿Qué hacemos entonces: subimos los sueldos o controlamos los precios de los productos? Yo creo que ninguno de los dos. Debemos es aumentar la oferta de comida, preferiblemente producida en el país, aunque creo que tiene que ser bajo un esquema de guerra. La gente normal no se anima a producir para mejorar la oferta porque estamos inundados por enjambres de malandros que revientan y saquean cualquier iniciativa de producción, desde saqueos en la misma finca, hasta la horrorosa matraca en las alcabalas, cortesía de los uniformados. Debes tener un ejército decente y formal que entienda el problema y defienda la producción como en una guerra. Y mejor hacerlo rápido desde el Estado antes de que se haga masiva con paramilitares, como ocurrió en Colombia. Subiendo la oferta de productos perecederos, de comida que no sea fácil de contrabandear, a los asalariados quizás nos rinda más el sueldo para comer y dejemos de pensar en comprar pendejadas. Primero las necesidades fisiológicas.

Las medidas del clamor popular: subir sueldos y controlar precios, no sirven para un coño. Si subimos el sueldo, los bolívares inevitablemente van a parar a la molienda de dólares, en chucherías de primera necesidad y en conveniencia cambiaria, sobre todo porque no hay producción interna para satisfacer todo el consumo (por eso es que necesitamos divisas para sobrevivir). Mientras más circulante haya, más estímulo habrá para comprar dólares y más duro nos dan desde los portales aquellos. La lógica no es que aquel sube porque crece la masa monetaria, no, eso es muy racional; sube porque la gente tiene billete y hay que colectarlo ¡púyalo!. Si controlamos el precio de los productos, los comerciantes los esconden para venderlos por debajo de cuerda a los bachaqueros, buscando más ganancia en el diferencial del cambio y, por lo tanto, otra vez fácil a los portales aquellos. Igualito más o menos a cuando regalas la gasolina o la materia prima (úrea, cemento, cabillas, CLAP), y a quienes tienen privilegios en el acceso, les resulta más rentable revenderlos que ponerse a trabajar con ellos como insumos; y sin sudar. Me explico de otra forma: mercancía subsidiada o regalada es igualita a un billete de dólar barato, termina siendo revendido. Al final, gracias a la usura de todos los anteriores (y a la falta de castigo), con cada aumento de sueldo terminamos comprando menos comida que antes. Llega uno a considerar al paredón terapéutico como una opción humanitaria.

Insisto, nuestros sueldos siguen en manos de la dupla: tenedores-de-dólares / portales-usureros. Ayudados claro, por quienes desde el Gobierno siguen creyendo en los preceptos inmutables de la economía clásica y apoyan a estos dos en su dinámica ilegal, dándole carne en custodia a los zamuros. Esa reducida riqueza que aún nos queda, considerando que el negrito está amarrado, hay que metérsela a la agricultura militarizada. Dejarnos de pendejadas y hablarle claro a la gente, explicar con detalles la guerra en la que estamos metidos a ver, si de repente, nos entusiasmamos y nos vamos a cuidar conucos y a vigilar que nuestros ejércitos (aún) formales no se vuelvan otros mercaderes más; en lugar de estar desde las barreras reclamando aumentos de sueldo y control de precios, que no sirven para un carajo. El ojo del dueño engorda al ganado, esa es la contraloría social y la democracia participativa que tanto proclamamos. Pero si no se explica y no se entiende bien la dimensión del peo, terminamos haciéndole el juego a la misma dupla, aumentando la tensión social, la desesperanza y la incontinencia cambiaria ¡voilà! Tremendo río revuelto para pescar.

Mientras vigilamos que los pollos engorden y los aguacates se maduren, tenemos que sembrar lo que podamos, así sea en la tierrita debajo de las uñas. No debe quedar espacio de tierra que no esté sembrado y aprovechado, como han aprendido con sangre en la Europa que lleva ya varias guerras encima. Comenzar a creer en todo lo que mil veces nos advirtió Chávez y de lo que bastante se burlaron: la agricultura urbana y los gallineros verticales. En algunos países, hasta el 30% de la producción se logra así. No se trata de resolver todo el problema, sino de contribuir a resolverlo.

Si cada quien produjera al menos una parte de la comida y de los bienes que consume, directamente, con sus propias manos y con los recursos que tenga disponibles, seríamos todos productores y la carga estaría mejor repartida. Cada uno aprendería el verdadero significado de la producción, más allá de haberlo leído en un libro, y quizás así respetaríamos más a quienes hacen el resto del trabajo productivo por nosotros.

 

Comentarios

  1. Saludos. No dejo de reirme por tu narración de los hechos y exposición de ideas, De las cuales , aplaudo tu buen centrado análisis de ellas. Aún cuando con este tema específico, no estoy muy seguro de la solución que planteas -sería un buen tema a abarcar por tu ojo clínico-,la militarización de la producción agrícola; y estoy seguro que con esa solución lo menos que se te tildaría, sería de "Dictadorzuelo Comunista". Un abrazo!

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