Papi, ¿Qué es la economía? (segunda parte)

Primera parte

Hablemos ahora de las máquinas en la economía.

En una oportunidad, alguien descubrió que un líquido negro, viscoso y espeso, tenía almacenada una enorme cantidad de energía que podía ser utilizada para hacer arder un fuego durante mucho tiempo. El petróleo resulta de la acumulación (ahorro) de la energía del sol durante muchísimos, pero muchísimos años. Millones de años. Este concentrado de energía, astutamente aprovechado por un mecanismo que diseñó un estudioso de las ciencias, multiplicaba el trabajo de un hombre hasta por diez. Es decir, un solo hombre entrenado para operar adecuadamente una “máquina” podía realizar el trabajo de diez como él. Imagínate la producción que se lograría con herramientas como estas. Nació entonces la era industrial.

Con la aparición de las máquinas, los hombres sobraban. No hacía falta tantos esclavos para mantener la producción. Además, los esclavos, cansados de que los esclavizaran, estaban comenzando a organizarse para reclamar las injusticias que se cometían contra ellos. Se habían convertido en un problema para la producción, no querían trabajar como esclavos, y ahora las máquinas venían al auxilio de los impacientes productores.

Con semejantes ventajas para la producción a gran escala, el límite a la productividad no se veía. Las ideas de unos señores llamados “liberales” proponían que mientras más se produjera, mejor. No se pensó en quien se iba a comer toda la yuca y los peces que se pudieran producir. Así como tampoco se pensó en que ese líquido negro, viscoso y pegajoso, se iba a terminar algún día. Ni que el humo que salía de las máquinas iba a envenenar a la gente. Tampoco se pensó en otro montón de cosas. Pero los que tenían muchas monedas decidieron que ese era el mejor camino y se pusieron a producir, sin límites. Todo aquel que se opusiera a esta idea corría el riesgo de ser castigado por entorpecer el desarrollo y el avance de la humanidad.

Es así como comenzó la vorágine por producir cosas y más cosas. Si mi enorme excedente de cosas producidas no tenía quien las consumiera en mi comunidad, entonces, le apuntaba con un cañón en la cara a los de otras comunidades para que las consumieran, así no les gustaran. Con el tiempo se acostumbrarán, decían. Todo en función de mejorar los niveles de producción y la economía global.

Los esclavos ahora ayudan a las máquinas en las cosas que aún estas no pueden hacer. Siguen siendo amenazados con perder su trabajo y se les paga con una “tasa de cambio”, tan baja como antes. Y cuando los esclavos se organizan, y comienzan a provocar problemas serios en la producción, entonces los dueños de las máquinas recogen sus peroles, recogen sus monedas, y se marchan a lugares en donde los esclavos aún no se hayan organizado. Dejan a las personas abandonadas y sin trabajo, y se van a explotar esclavos en otra parte. Ten en cuenta que las personas no pueden moverse con tanta facilidad como las monedas. Cuando estas se mueven, o cambian de lugar, se habla de intercambio comercial, flujos de capital, libre comercio. Pero cuando las personas se mueven buscando trabajo para no morirse de hambre, entonces se llaman inmigrantes ilegales, balseros, cargas para el Estado.

El afán de producción y acumulación de monedas (capitalismo), no atiende a la satisfacción de las necesidades de una comunidad, como pudo haber sido en tiempos remotos. El objetivo ahora es acumular monedas y más monedas, extrayéndolas del valor del trabajo de los esclavos. Cómo será el asunto de estimulante que a los productores les ha dado por ofrecer en venta pedacitos de sus compañías, llamadas acciones, con las que al venderlas obtienen más y más dinero para invertir, de modo de producir más y más. La gente cambia sus monedas por “acciones” de los productores, a cambio de un pedazo de la propiedad y una compensación por la inversión.

Las Bolsas de Valores son los sitios en donde unas personas (corredores de bolsa), parecidas a los observadores que no querían sudar para cosechar su comida, intercambian monedas por producción, en un ejercicio en donde el que menos trabaja es el que hace el intercambio (al igual que siempre). Las cosas que se producen ahora tienen que cambiarse por tantas monedas como para que alcance al repartirlas entre el productor, el que prestó las monedas y el siempre atento intercambiador. Al final, la mayor parte del trabajo, el valor agregado por el esclavo, se reparte entre los que no trabajan.

Los pedacitos de las empresas que producen, es decir, sus acciones, se confían a los intercambiadores para que negocien una cantidad, en acuerdo con los que estén dispuestos a entregar sus monedas. Por lo general, los corredores de bolsa, sólo están interesados en comprar y vender acciones ya que, en cada operación de compra o de venta, ellos toman una parte (comisión), en compensación por su “trabajo”. No asumen el riesgo de quien compra o vende sus acciones, es decir, cobran sólo por la operación, mientras los demás asumen los riesgos de pérdida o ganancia. Al menos el comerciante de tiempos remotos tenía que cargar en su espalda los excedentes, pero en los modernos ni siquiera sudan, porque en su sitio de trabajo hay aire acondicionado.

No sé si he respondido tu pregunta sobre la economía, porque todavía tengo otras cosas que contarte... Sige papi, sigue...

Los mismos corredores de bolsas, nuestros intercambiadores de oficio, en acuerdo con los bancos, ahora han adquirido la costumbre de vender cosas que ni siquiera se han producido. Es decir, venden lo que llaman “mercados a futuro”. Mediante un papel (título valor) te otorgan la propiedad de algo que va a ser producido en el futuro, a cambio de unas monedas. Venden la yuca que se sembrará y cosechará dentro de unos meses, y los peces que se pescarán dentro de unas semanas. Con las monedas recibidas por esas “ventas a futuro” intercambian más acciones y acumulan más monedas, con las que ofrecen más y más “ventas a futuro”. Con estas operaciones de compras y ventas de cosas que no existen, se producen enormes ganancias. Así han hecho con el petróleo (el que se extraerá de los pozos dentro de varios meses), o con los préstamos para comprar casas (que se deben pagar durante los próximos 15 o 20 años). Cualquier cosa es buena para comprarla o venderla. Por ejemplo, se compra y se vende la propiedad de terrenos futuros en Marte y la Luna, y se compran y se venden papeles pintados que parecen monedas. Todos están felices porque todos ganan. Dicen que la economía crece. Tanto, que las ganancias suben como “burbujas” en el agua, porque suben y suben de valor en el tiempo, a medida que se acerca la fecha real de la producción.

Cuando al pescador, quien es, por cierto, el único de toda la cadena que realmente trabaja, se le enreda el nylon y no puede sacar ni uno solo de los peces que tiene comprometidos en “ventas a futuro”, entonces es cuando ocurre la explosión de la “burbuja”. A correr todo el mundo, porque queda en evidencia que no hay ni una sola hora de trabajo real que soporte el supuesto “valor” de aquellas acciones que tanto subían de precio. Repentinamente, los dueños originales de las monedas tienen ahora sólo un papel en sus manos (título valor) que dice que vale “tantos” pescados, ninguno de los cuales ha sido aún pescado. ¿Dónde estarán las monedas? ¿Será que están en los bolsillos de los intermediarios?.

Eso no es todo. Con las bajas “tasa de cambio” que se entregan como sueldos, los trabajadores suplen sus necesidades familiares y compran las mercancías que se producen (casas, carros, ropas, paseos, etc.). Un sueldo “disminuido” que se utiliza para comprar mercancías con un precio “aumentado”.

Los trabajadores compran las mercancías a un precio que está por encima de la cantidad de monedas que les están entregando por producirlas, con lo que siempre habrá un déficit en la capacidad de compra para los trabajadores. El resultado de la acumulación en el tiempo de este déficit hace que los trabajadores se empobrezcan progresivamente, hasta que llega un momento en el que ya casi no les quedan monedas disponibles, sino sólo para comer. Al no poder comprar más mercancías (no poder pagar el préstamo por el carro o la casa, no poder comprar más bienes de consumo, no poder comer o salir a divertirse por falta de dinero, etc.), entonces, los vendedores de las mercancías se quedan sin compradores y la rueda de la producción deja de moverse. La acumulación en el tiempo de esta pequeña, pero significativa diferencia en el valor de las cosas (cuando la rueda se tranca), debe ser la causa de lo que los especialistas llaman crisis cíclicas del capitalismo, esas que ponen a todo el mundo a pasar hambre.

Justamente, en una crisis como la que está ocurriendo hoy día, y que ha ocurrido muchas veces en la historia, es cuando, en nombre de los trabajadores, los Estados y los Gobiernos le exprimen las monedas a todos los habitantes del país y las utilizan para “rescates financieros” que, además, califican de indispensables si se quiere salvar la economía, el mercado y el progreso del mundo. Normalmente, los intermediarios le exigen a estas instituciones que nunca intervengan en los asuntos del mercado, (por cierto, “mercado” es la palabra con que los intermediarios se refieren a la “gente” que vive en un país). En el fondo, es una especie de préstamo que le hacen los trabajadores a los mismos “intermediarios” que los han empobrecido, y que, al final, los mismos trabajadores terminan pagando a lo largo de muchísimos años en forma de impuestos y con la pérdida del valor de las monedas que aún les quedan en los bolsillos (los economistas lo llaman: deuda pública).

Vamos a dormir, ya es tarde y todavía falta. Después hablamos de las corporaciones...

El cuento sigue en la tercera parte

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