Papi, ¿Qué es la economía? (tercera parte)

Primera parte
Segunda parte

¿Has oído hablar de las corporaciones?

Algo, no mucho ¿Qué son entonces las grandes corporaciones?

Pues un pequeño grupo de observadores muy hábiles detectan lo que se llama oportunidades de producción (cosas o servicios que le hacen falta a alguien), y entonces ofrecen sus habilidades para la intermediación, entre los que tienen muchas monedas y los que van a producir lo que hace falta. Por cierto, los que tienen las monedas no son los verdaderos dueños de éstas y los que van a producir tampoco son los que trabajan.

Los bancos guardan juntas las monedas ahorradas por muchos trabajadores, con la promesa de devolverles una comisión por usarlas (¿Recuerdas lo que te mencioné de los bancos y las monedas que prestan?). Los verdaderos dueños de las monedas siguen siendo los ahorristas. Quienes se hacen llamar “productores” se ocupan de contratar a unos trabajadores y pagarles sólo una pequeña fracción del valor que agregan a lo que se produce, con una “tasa de cambio” por el valor de su trabajo tan pequeña como la que se le daba a los esclavos. Surgen entonces varias preguntas: ¿De dónde salen las monedas? Todo parece indicar que del ahorro y del bolsillo de los trabajadores. ¿Quién agrega valor a la producción? Está claro que el valor agregado proviene sólo del esfuerzo de los trabajadores. Entonces ¿Quién se queda con la mayor parte del valor de la producción?. Pareciera que son los intermediarios.

Veamos ahora a las partes:

Las monedas: una vez que los bancos deciden participar y apoyar el proyecto presentado por los intermediarios, se entregan las monedas de los ahorristas para que se compre todo lo necesario, de modo de iniciar la producción. La producción tiene un riesgo, posibilidades de que el negocio no funcione, como es el caso del pescador que no pudo pescar ni un solo pez. Afortunadamente, hoy día existen instituciones que vigilan el uso que hacen los bancos del dinero de los ahorristas, para evitar que sea utilizado en forma irresponsable. Por ejemplo, imaginemos entregarle las monedas de los ahorristas a un pescador que viva en el desierto: ¿De dónde va a sacar peces el supuesto pescador?. Te hablaré de eso más tarde.

Los trabajadores: están desesperados por la escasez de trabajo, son desplazados por la maquinaria moderna, no tienen educación que los auxilie y con mucha descendencia en casa esperando por comida. Aceptan trabajar para las corporaciones por una “tasa de cambio” muy pequeña, comparada con el valor real de su trabajo. El esclavo pensará con razón: es preferible llevar algo a casa a no llevar nada. Acepta entonces ser esclavo por necesidad, pues no tiene alternativa.

Uno pudiera llegar a pensar: cónchale, el dueño de esa corporación debe tener mucho dinero. Pero, realmente, el verdadero dueño de las corporaciones son los ahorristas que prestan sus monedas para que la corporación exista. En el proceso, quienes mayores “tasas de cambio” perciben son los que menos trabajan: los bancos y los directores de la corporación. Ellos simplemente son los intermediarios entre los trabajadores y las monedas acumuladas por su propio ahorro y esfuerzo de trabajo. Los intermediarios tienen además el descaro de recomendarle a los trabajadores que ahorren porque, supuestamente, en el ahorro está el progreso personal. Claro, el progreso personal de los intermediarios.

Las acciones de las corporaciones (pedacitos o fracciones de la propiedad) se compran y se venden en las Bolsas de Valores. El precio de las acciones depende de la confianza que tengan quienes prestan las monedas (inversionistas), y según el tamaño de la comisión (rentabilidad) que recibirá de la producción. La compra y venta de acciones en las Bolsas de Valores son simplemente un comercio de esperanzas e ilusiones, un mercado de nervios. La decisión de invertir se hace en la medida en que se conoce el negocio en el que se va a participar, así como los riesgos que se asumen. Pero las decisiones y movimientos que hacen los directivos de las corporaciones y los intermediarios no siempre responden a reglas claras.

Por lo general, los observadores hábiles que forman parte de la intermediación disponen de información “privilegiada” (algo que pocas personas conocen) sobre las posibilidades de que una producción se pierda o se incremente considerablemente (esto significaría un decremento o un aumento del valor en la confianza, o el precio de las acciones, respectivamente). Es así como se toman decisiones de compra o venta de acciones con las que se obtienen enormes ganancias, a costa de la pérdida del valor de las acciones que se vendan o compren más tarde, después, cuando ya todo el mundo se enteró del asunto. Por ejemplo, cuando los “informados” o “privilegiados” saben que una corporación va a quebrar (se va a quedar sin dinero), venden todas sus acciones, de modo de dejarle las deudas a los que todavía no saben lo que va a ocurrir. Si, por el contrario, los “informados” se enteran que alguna corporación va a tener ganancias extraordinarias, ya sea por algún hecho fortuito o como resultado de una provechosa negociación fraudulenta, entonces compran muchas acciones antes de que la demanda y el precio se incrementen. Una vez que la información se hace pública, muchas personas quieren comprar las acciones y entonces el precio sube. Los intermediarios venden ahora las acciones compradas baratas a un precio mayor, quedándose con la ganancia generada por la diferencia entre los precios de compra y venta. ¿Se podrá ver alguna gota de sudor por trabajo en la frente de los “informados”?¿Algún esfuerzo físico de parte de aquellos que recibieron un montón de monedas por la intermediación?

Pero bueno, ¿Cómo es posible que todas estas cosas ocurran sin que los trabajadores se den cuenta, o que decidan organizarse para reclamar el maltrato?

Es muy sencillo. Recuerda que los intermediarios siempre han invertido tiempo caminando y observando con atención, tanto lo que ocurre, así como lo que no ocurre, es decir, manejan, concentran y se adueñan de la información. La información que le permitiría a los trabajadores darse cuenta de que están siendo tratados como esclavos no les llega a sus manos; y de este modo ha sido siempre. Los intermediarios se aseguran que haya suficiente distracción y trabajo en sus vidas como para que no se pongan a pensar en estas cosas. Antiguamente, los romanos lo llamaban: Pan y Circo, o lo que significa comida y distracción para que no inviertas tiempo en averiguar, reflexionar y tomar consciencia de lo que ocurre en la realidad.

¿Cómo lo logran?. Más sencillo todavía. ¿Algunas vez has visto lo que pasan por la televisión? Los intermediarios han inventado una forma de darle información a los trabajadores utilizando este aparato, así como también lo hacen a través de los periódicos, de la radio, del cine y, más recientemente, de Internet. Una parte de las monedas que los bancos entregan para la producción se reserva para comprar espacios en estos “medios de comunicación”, de forma tal que los convierten en “medios de difusión” de las cosas que los intermediarios quieren que les llegue a los trabajadores.

En la mayoría de los casos, y gracias al éxito que se ha logrado con esta estrategia de adormecimiento intelectual, los “medios de difusión” forman parte ya de la propiedad general de las grandes corporaciones, y a través de ellos le presentan a los trabajadores infinidad de opciones con las que pueden entretenerse. Les hablan sobre la vida íntima de las estrellas del cine, los romances de las figuras públicas y alguna que otra cosa sobre las tragedias y desastres naturales que ocurren en el mundo. También ayudan a construir, a fabricar personajes que se convierten en estrellas de cine o figuras públicas, sin importar lo bien o lo mal que lo hagan; su rol y la duración de su actuación dependerá sólo de la función que tendrán dentro del circo. Los desastres que son causados en la naturaleza por culpa de los “errores” de producción de las corporaciones, cosas como el calentamiento global, el arrase de los recursos, la contaminación de ríos y mares, y la extinción de las especies, se las ocultan a los trabajadores para que no se preocupen más de lo conveniente.

De vez en cuando, alguna persona, grupos de personas, o naciones enteras despiertan del entretenimiento de los medios y se dan cuenta de lo que les está ocurriendo en la realidad. Comienzan a escucharse quejas por los daños que les producen las actividades económicas que realizan las corporaciones. Ocurre también que los líderes de estos grupos ejercen presión y hacen denuncias públicas sobre los maltratos e intentan tomar decisiones para tratar de recuperar la dignidad de los trabajadores. Inmediatamente, las corporaciones utilizan sus “medios de difusión” para hacerle creer a los demás trabajadores que estos grupos están equivocados y que, además, sus ideas y acciones pueden ser muy peligrosas para la libertad y la democracia de los demás trabajadores del mundo. Muchas veces hemos sido testigos de cosas así y ni cuenta nos hemos dado, justamente, por estar entretenidos oyendo el ipod o por ver la televisión.

Vamos a dormir, después terminamos de hablar sobre los medios de difusión...

El cuento sigue en la cuarta parte

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