Profesiones venezolanísimas: (3) El Revendedor


El empresario de la reventa y el comercio es el típico empresario venezolano exitoso (no me refiero a quienes producen de verdad-verdad, los que agregan valor a los insumos y construyen cosas). Cualquier cosa se puede comprar o importar a precio de gallina flaca y luego revenderla a precio de oro; inclusive, hasta lo puedes comprar a precio de oro y sacarle los ojos a un comprador desprevenido, así que el cielo es el límite en esta lucrativa profesión. Venezuela es el paraíso de la reventa y de los revendedores, muchos de los que admiramos como industriales o grandes comerciantes se han dedicado históricamente sólo a la reventa, capturando la renta de la producción petrolera. Es la única vaina que han hecho desde que reventó el pozo Barroso, retomaré la idea más adelante.

Lo que define el éxito del revendedor es su habilidad para estar en el momento preciso, en el lugar correcto y tener el mejor de los contactos. La vaselina que mueve todo este negocio y sus ramificaciones es el billete (plusvalía) que se le extrae al comprador (que al final viene del petróleo), pensando en que todos los días sale un pendejo a la calle.

El ciber-revendedor es un ejemplo de los aventajados intelectuales en esta profesión. Mientras el profesional de la reventa se devana los sesos jugando candy crush, invierte algunas horas intensivas en su computadora para lograr una cita en Venezuela Productiva, utilizando prestada la cédula de su mamá, la de su tía, la de su primo, la de su hermano, y la de cualquier otro familiar o pana que pida (o compre) el favor; o de la abuela que ni siquiera se entera. Se mete en el portal y atiborra el servidor mientras pasa de nivel en el juego. Compra cualquier equipo a precio irreal, subsidiado por el Estado con el dinero que nos pertenece a todos, incluyéndolo a él o ella. Luego revende descaradamente el perol al triple o más por cualquiera de los portales electrónicos que ya conocemos, y sin el menor tapujo o vergüenza (te ofrecen varias piezas y modelos, el que tú quieras). Así también puede cobrar por colas electrónicas en cualquier portal del Estado, no crean que es sólo para comprar y vender productos subsidiados. Con este productivo negocio, el revendedor profesional revende colas en instituciones públicas, virtuales o de carne y hueso, y consigue los espacios y artefactos que cualquier otro mortal, más ocupado con un oficio real, no puede conseguir, porque cada vez que intenta entrar a los portales del Estado o a los sitios de venta, los servidores están colapsados por la cantidad de revendedores parásitos y lambusios que colman el sistema. Además, un trabajo como este lo puedes hacer sin moverte de tu casa, en pijamas o en pelotas, y ganas con una sola venta más de lo que ganaría en un mes de trabajo un profesor titular universitario (con 20 o más años de experiencia, doctorado, 100 o más estudiantes, asesorando tesis, etc.). Una nota de trabajo.

Hay otro tipo de revendedor que se especializa en detectar antigüedades, una especie de arqueólogo urbano. Convierten cualquier perol viejo en una obra de arte. No se pelan una venta los fines de semana. Ahí consiguen a precio de remate aparatos que los dueños ya no valoran (o no tienen idea del valor de mercado), o cuando quien vende necesita el dinero para solventar alguna urgencia (como pudiera ser comprar el pasaje para retornar a su país de origen). El especialista en antigüedades se escandaliza cuando la encargada de la venta le dice el precio de semejante baratija, pero ni se inmuta cuando le informan al potencial comprador el precio de lo que ahora llaman: “pieza”, organizado y exhibido en su exquisita tienda. Hasta se indignan porque tú no logras reconocer el valor de una joya de colección. Estos parásitos convierten la necesidad o la ignorancia de unos en un lucro personal (de ahí salen sus ganancias), sin aportar mayor esfuerzo que andar cazando las oportunidades y después limpiar con un trapo el coroto; tengo que reconocer además el mérito (o descaro) de argumentar lo suficiente, casi como un curador, para que uno crea que se lleva un tesoro a la casa y pague bastante por la mentada “pieza”.

El importador de baratijas es la joya de la corona. Compra basura con dólares subsidiados y los revende a la referencia técnica de moda: Dolartudei. Un tipo dinámico que mueve los reales y sabe de economía; no se le puede discutir porque es quien más sabe sobre masa monetaria, intercambios comerciales, comercio exterior, devaluaciones, libre flotación de mercado, etc. Se monta en su reluciente camionetota y se queja de esta cagada de país, donde el bolívar ya no vale nada. Un contenedor que traiga lleno de basura se convierte en tesoros apenas pasa la aduana (ahí también comen funcionarios, vigilantes, golpes-de-pecho, etc.) y luego sale a distribuirlos en el penoso trabajo de pagarle a un montón de esclavos para que muevan la mercancía. Los esclavos se creen tan oligarcas como el jefe, esto es parte importante de la industria, porque si no fuera así, no estaríamos describiendo a un venezolano típico. Otros grandes “productores” apenas son meros envasadores de productos que valen oro (agüitas pintadas): el envase es importado, el contenido es importado, la etiqueta es importada, a veces la marca también es importada, todo depende de los dólares del Estado.

En la fase más reciente y miserable de esta última actividad económica está el bachaqueo: ese sí que es un negocio. Las ganancias que se obtienen sobrepasan las que se logran con el narcotráfico, y eso sin considerar que se trafica con algo que no es ilegal, como sí lo es el otro polvo. Los grupos sociales más vulnerables de la sociedad, aquellos por quienes se supone que el Estado hace el esfuerzo por subsidiarle los alimentos y contenerles la inflación, también han descubierto la renta petrolera y se quieren adueñar de ella. Compran alimentos subsidiados y los revenden inflados, a precios de libre mercado. Con su accionar se ponen el cuchillo al cuello, no terminan de entender que una situación así no es eterna, la inflación que inducen y el desabastecimiento que provocan se les van a revertir en algún momento. Cuando se acabe la teta, quizás salgan como el 27F, a clamar por justicia social. Pero económicamente no han hecho nada distinto de lo que hemos visto si jurungamos la historia, los empresarios venezolanos siguen esa pauta desde que explotó el pozo Barroso, deberíamos tenerle la misma arrechera que le tenemos a los bachaqueros. Siempre se alega que nadie va a producir “a pérdida”, y eso suena hasta académico en boca de cualquier “empresario”. Para ellos siempre (no desde ayer) ha resultado más rentable (“más” en este contexto significa “infinitamente”) importar que producir localmente. Ya comenté en el párrafo anterior la metodología de los espejitos que han utilizado. Y eso es exactamente lo que hacen los bachaqueros: compran barato y venden caro. La nueva generación de “empresarios” considera que es más rentable revender insumos subsidiados que trabajarle a un viejo empresario que los explota, descubrieron que no van a trabajar “a pérdida”. Por eso, renuncian a los trabajos que tienen (con sueldos miserables) y se dedican al bachaqueo (con sueldos increíbles), se ocupan de substraer la renta petrolera ellos mismos ¿De qué nos quejamos entonces? Están aplicando las técnicas de los maestros criollos ¿Alguien me puede explicar dónde está la diferencia entre los dos modelos? En lugar de dedicarse a producir cosas, a producir materias primas, a fabricar bienes, a dar servicios, a producir alimentos, etc. se dedican a importar baratijas que el Estado les lleva hasta el muelle Bicentenario (dependen y parasitan del Estado), y de ahí lo distribuyen al libre mercado. Capitalistas salvajes. Trabajan con el dinero del Estado y hacen tremendos negocios. Las ganancias que obtienen de estos negocios se las tiran encima con lujos, excesos, comprando haciendas, carros, televisores y teléfonos inteligentes, tratando de parecerse a los millonarios de la televisión; en lugar de reinvertir en algo productivo. Insisto: ¿Alguien me puede explicar dónde está la diferencia?

Sigo sin comprender cómo hicieron los empresarios del primer mundo para crecer sin tener a un Estado que los alimentara. Porque aquí seguimos con el tremendo negocio de la renta petrolera, igualito al de Colón cuando llegó con sus espejitos.

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Comentarios

  1. Ahora tendríamos que agregarle la profesión de Bachaquero (a)...

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  2. Ya está en la lista, cómo dejar por fuera esa labor tan noble?

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