Profesiones venezolanísimas: (1) El Mototaxista


Quiero comentar sobre una lista de oficios que he venido clasificando con sólo pensar en los “negocios” que veo a diario en la calle. También quiero aclarar que hay un montón de venezolanos honestos y productivos, emprendedores y con sensibilidad social, decepcionados, que cargan(cargamos) a cuestas la enorme e ingrata tarea de levantar el país del fango en el que nos tienen anclados los parásitos que voy a tratar de reseñar. A los buenos, mi saludo y mis respetos, mi ánimo. A los otros, mi llamado de consciencia.

El mototaxista: Tener una moto con gasolina es ya suficiente recurso para montar un negocio de transportista supersónico. No hace falta ni siquiera tener cerebro. Un carajito con 18 años que no haga nada, ni siquiera estudiar, se puede pasar todo el día mariqueando con el celular, mandándole mensajes a las 50 novias que le ocupan su vida, hasta que alguien, un ciudadano, le pide una carrerita en su mototaxi, y con esto activa su empresa de transporte público. En ese momento se transforma en gimnasta acróbata de circo y comienza a treparse entre los carros y los camiones, las aceras y en contravía, sin semáforos, reglas ni límites de velocidad, en una autodemostración de testosterona y adrenalina; con la finalidad de depositar al cliente en pocos segundos y así poder retornar ASAP al productivo y estimulante trabajo con su celular. Su capital de trabajo: la moto. Viene con equipamiento especial para cubrir la jornada con eficiencia, aditamentos que las hacen diferentes a las motos de los motorizados decentes que no ejercen la profesión de acróbatas en las calles. Tiene una corneta que ahorra energía, reemplaza al sistema de frenos por una señal acústica, penetrante e irritante, que indica a los demás usuarios de las vías terrestres (automóbiles y peatones) para que se aparten. Las motos simplemente no se frenan, por eso nos avisan con la corneta para que no salgamos lastimados, así estemos sentados en un banco de plaza. El aviso es un favor para prevenirnos lesiones y deberíamos estar agradecidos con ellos. El problema no es el oficio de motorizado en sí, que puede llegar a ser muy valioso. Mi queja es por ejercerlo y simultáneamente cagarse en los derechos de los demás.

La instrucción básica para el oficio la vemos en cada semáforo, en cada esquina, en cada calle. Los mejores profesores son los otros motorizados. Pero no los motorizados decentes que sí respetan las reglas y a los demás ciudadanos, sino a los más audaces. Si acaso el aprendiz no tiene suficiente material de estudio en las calles, simplemente tiene que sentarse a ver vídeos de reaggetón o propagandas de deportes extremos. Las competencias de velocidad tipo súper bikes nos enseñan cómo agarrar mejor las curvas y las de súper motocross a cuantos carros podemos pasarles por encima. Las de reaggetón enseñan cómo saltar aceras mientras perreas, a mantener el caballito por tres semáforos seguidos o más; instruyen como sentar a la jeva para que se le vea mejor el trasero, como mandar mensajes mientras haces piruetas, como atravesarte en los pasos de peatones, como conformar enjambres y escuadrones de ataque y sobre todo, como arrecharte e intimidar a cualquiera cuando no te deja expresarte en la vía, o cuando te estás cagando en su derecho a circular en paz.

Este oficio ha redefinido el sistema de calles y avenidas, convirtiendo a las antiguas rayas blancas que dividían los canales en los canales mismos. Mientras que ahora, los antiguos canales negros, pasaron a ser las divisiones de las nuevas vías de desplazamiento que son los indicados con las rayas blancas. Es decir, los que todavía circulan torpemente por la parte negra de la calzada son unos abusadores que se le atraviesan a quienes circulan civilizadamente por encima de la raya blanca. Cuando un automóvil intenta cruzar de un lado negro al otro se atraviesa en el canal blanco de circulación, cortando el paso de quienes vienen circulando correctamente por la raya blanca. Justo ahí, el mototaxista salvaje recurre a su corneta para avisar a los desprevenidos conductores sobre su actitud antisocial que puede ocasionar un accidente (recordar que por razones de eficiencia energética las motos ya no llevan frenos). Hay varios Artículos de Ley en los que contemplo modificaciones reglamentarias adaptadas a este medio de transporte.

También debo comentar que la habilidad para hacer piruetas, acrobacias y el irrespeto a las normas está dejando de ser una exclusividad de los mototaxistas. Hay quienes se comportan del mismo modo, pero cuando se paran en un semáforo, se les ve la clase por debajo de la chaqueta. Profesionales burgueses educados en otras ramas y oficios inesperados aprenden muy rápido a comportarse como mototaxistas salvajes (y peor), aplicando todas las opciones de las que se quejan a diario, en una suerte de aprovechar lo que mejor me venga. Hay una ventaja extra y es que con mucho estudio se logran mejores explicaciones a semejante conducta, y se puede argumentar muy bien sobre el deterioro que ha sufrido este país, donde todo el mundo hace lo que le da la gana, incluidos ellos.

Sin embargo, de ese negocio el mototaxista vive y se cree capaz de independizarse, de comerse al mundo. Piensa que ya no tiene que hacer más nada sino contar con su moto y saldo en el celular por el resto de su vida. Es posible que tenga razón y la vida se le termine con la vida de la moto, aplastando su humanidad debajo de un camión o en un parachoques, tal y como estadísticamente lo hacen 4 motorizados al día, sólo en Caracas (sin contar los que sobreviven cuando se estrellan).

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