Venezuela en la encrucijada energética

Todos los días nos toca tomar decisiones, encrucijadas las llaman como si fueran metáforas. Pero hablando de la energética, en lo que se refiere a lo que vamos a tener y a hacer en el futuro, particularmente en mi querido país, es una decisión de tal trascendencia que mientras más nos demoremos en comprender su dimensión y tomarla, más difícil será el proceso de la transición, entre lo que aún tenemos y lo que no tendremos dentro de pocos años. Muchos piensan que el futuro cercano será resplandeciente porque creceremos como lo hace el número de bodegones, o porque daremos el salto final hacia la prosperidad económica, aunque nadie entienda cómo será eso; y creemos que el futuro lejano será aún más próspero y todos caminaremos descalzos por jardines de flores y alimentos, como si hubiéramos regresado al paraíso. Me temo que nada de eso sucederá, no al menos con lo que desde ahora ya algunos sabemos que viene.

Los Planes de la Patria son como guías de conducción para el país, se supone son el plan de gobierno y las cosas que se deben completar durante el período propuesto. No deberíamos pensarlos como una Ley, porque no por así decretarlos se van a cumplir solitos. Encima, las bases sobre las que se definieron las metas de los primeros planes cambiaron bastante y muy probablemente no se podrán cumplir. No es una cuestión de deseos, sino de realidades. El mundo cambió demasiado en los últimos 10 años y el país fue sometido a una tortura externa que destruyó buena parte de lo que ya se había logrado, y que era la base sobre lo que en secuencia se construirían las fases siguientes. Golpearon duro el proyecto, gracias en parte a la tenacidad y resistencia Caribe es que a pesar de todo aún nos mantenemos en pie.

Estamos llenos de leyes muy buenas pero que nadie cumple. Un día de estos se nos va a antojar desconocer la Ley de la Gravedad y quién sabe si alguien la viola impunemente y cambiamos la historia. Pero por ahora, con las que tenemos y las que estamos haciendo, deberíamos configurar el escenario que nos servirá en el futuro para que logremos ser una tierra de paz y prosperidad. Esa que todos deseamos. Ahora vamos a revisar algunos límites.

Todo lo que se nos antoje hacer en el futuro tiene una limitación física a la que nadie le presta mucha atención: la energía. Este requerimiento básico es y será el que condicione el alcance de cualquier plan, Ley o intención. No importa cómo se llame, si no tenemos energía no podremos hacer nada, así esté escrito en una Ley o en un Plan de la Patria, o hagamos huelga de hambre y protestas callejeras. Si no hay energía no hay nada, punto.

He escrito antes sobre lo que considero será el escenario energético en un futuro cercano. No vale la pena repetirlo aquí, pero sí es importante que se tomen en cuenta esas condiciones para pensar bien sobre lo que en este momento estamos planteando como planes a futuro. Lo que muchos llaman las “energías renovables” son equipos que permiten capturar la energía que viene desde el Sol (radiación, vientos, corrientes, etc.) y la transforman en un fluido (corriente eléctrica, por ejemplo) que podemos utilizar para nuestras tareas de producción. Sobre este particular, lamento informar que esta supuesta solución “verde” no sirve para un carajo, es pura paja que vamos a poder construir y operar un sistema industrial como el que soñamos copiar del primer mundo con puras fuentes renovables. Ellos tampoco lo podrán hacer. No es factible, no es físicamente posible al menos con el conocimiento que tenemos. A lo sumo podremos llegar al 10% de lo que hoy se puede hacer sólo gracias al enorme subsidio energético de los hidrocarburos fósiles. No hace falta que me crean, intenten averiguarlo por cuenta propia. Y una vez que comiencen al menos a dudar, será el momento de pensar en cómo vamos a hacer para sobrevivir a esa catástrofe civilizatoria que se nos viene encima. Tenemos poco tiempo, averigüen rápido.

Las leyes que se planteen en este momento no pueden estar basadas en las condiciones del presente, en la tradición del pasado, o en suposiciones inexactas sobre el futuro, porque todas van a cambiar muchísimo a la vuelta de una generación. Tenemos que plantear soluciones que estén alineadas con esa escasez que tendremos y, en base a eso, imaginar escenarios factibles que podamos ir construyendo desde ahora con la energía que aún nos queda. Hoy los especialistas en diseñar el futuro parece que no se han enterado de que nos van a cortar la luz.

Cuando los especialistas hacen la lista de las energías renovables, con las que vamos a resolver en el país nuestra vía del crecimiento, los primeros que entran en la oferta son los sistemas fotovoltáicos y los eólicos. Claro, esos son los equipos que puntean el mercado y por lo general son los que más y mejor publicitados están. No sé realmente si quienes los fabrican y los promocionan piensan de verdad que serán una buena opción, porque es sospechoso que desde hace rato las principales inversiones que se hacen en el mundo para este tipo de instalaciones están en los países del tercer mundo, como nos llaman, en lugar de ser en los del primer mundo. Después de escuchar el cacareo permanente por los medios y el discurso de la independencia planificada de los combustibles fósiles y las tecnologías libres de carbono, etcétera, pareciera más congruente que quienes deberían hacer las mayores inversiones sean ellos, los que saben. No nosotros, los ignorantes. Pero así son las cosas del mercado y del futuro.

Pero volviendo al tema, nunca he visto en una lista de esas propuestas a las plantas ni los árboles, por ejemplo, que son desde hace unos dos mil millones de años los conversores primarios de energía en la naturaleza y a quienes les debemos la vida entera en el planeta. Porque todo comienza con el Sol, las plantas y la fotosíntesis, luego los rumiantes y después los carnívoros. Sin el Sol y las plantas creciendo, no come nadie. Si plantáramos millones de árboles cada año, cada quien recogiendo semillas y sembrándolas donde le parezca, contribuiríamos a recolectar más CO2 que comprando paneles solares o desarrollando tecnologías para capturarlo. Tampoco he visto planes de construcción masiva de acequias, como las que utilizaron los egipcios para ser un imperio.

La única opción para medio apaciguar la catástrofe posiblemente sea la siembra masiva, desde grandes árboles para capturar carbono y recuperar el equilibrio hidrológico, hasta las plantas para alimentarnos y dejar de comer tanta carne. La descomposición de materia orgánica debemos dominarla como técnica para que sean el abono y el control de plagas en la siembra, en lugar de los fertilizantes y los pesticidas que tanto daño han hecho al ambiente. La lista de opciones es enorme aunque se ha quedado en el papel. La producción debe ser a pequeña escala para que nos involucre a todos y con los recursos que tengamos a la mano. Es una propuesta dura, sobre todo porque estamos acostumbrados a recostarnos del petróleo, pero posiblemente sea la única opción que nos quedará a mediano plazo. La orientación de nuestro esfuerzo político, cultural y legislativo debería ir en esa dirección.

Venezuela debería tomar en esta encrucijada la dirección de convertirse en un enorme conuco, desconcentrar a la población de las ciudades y convertirnos todos en agricultores intensivos y bien entrenados, regados por la enorme y benevolente geografía de nuestro país, produciendo comida en lugar de pendejadas que no servirán para nada dentro de unos años. Eso no significa que tengamos que ir obligados a pasar trabajo en un tierrero estéril (más adelante sí lo haremos, ya forzados por la realidad), caminando como harapientos y analfabetas, sino que deberíamos utilizar la energía de la que aún disponemos para construir conexiones efectivas y espacios productivos de todo tipo, generar la cultura de la producción de supervivencia en pequeña escala y aprender a operar en redes colaborativas y complementarias, con centros de formación y enseñanza remota, con atención primaria de salud y lugares para el necesario intercambio cultural y social. Ese plan debemos gestarlo ya, escribirlo y luego sacarlo del papel para orientar de forma práctica nuestra legislación y planes de educación, pensando para los próximos 500 años y usando un criterio alineado con la realidad de cuando el escenario global sea completamente diferente al actual.

Ese nuevo país que debemos comenzar a construir tendrá que ser de escala comunal, como la que se describe perfectamente en la Ley de los Consejos Comunales. Nada de regalar nuestra soberanía o nuestros recursos a cambio de espejitos y explotación, favoreciendo emporios industriales transnacionales con fábricas gigantescas, con maquilas de muchos pisos y mucho dinero circulando, como en esas ciudades mecanizadas que tenemos sembradas en el imaginario y que nos brotan como un anhelo cuando hablamos de progreso. Todos esos armatostes son absolutamente dependientes de la energía de los combustibles fósiles y no nos servirán para nada cuando estos se vuelvan escasos, en apenas unos 20 años se convertirán en ruinas y basura insostenible y habremos perdido el esfuerzo de construirlos y el tiempo en soñar con fantasías. Hay que comenzar a olvidarse de centros comerciales, edificios de muchos pisos, escaleras mecánicas y ascensores, aires acondicionados, carros en avenidas, comida en automercados, todo lo que nos rodea será inservible dentro de pocos años; lamentablemente.

Si construimos un país donde cada uno de nosotros encuentre lo que necesite, en un espacio en el que se pueda producir, inclusive el alimento propio, habrá un futuro seguro para nuestra descendencia. Debemos comenzar a vivir según nuestro propio esfuerzo y posibilidades, sin ayuda de ninguna fuente no-local de energía. El petróleo sobre el que vivimos nos puede ayudar en la transición, pero también podrá ser saqueado por las grandes potencias, algo muy probable a corto plazo. Sin embargo, nunca se podrán robar todo un territorio que esté sembrado y produciendo comida. Es imposible. En cambio, por el camino que vamos, es seguro que tendremos un planeta inhabitable en los próximos 30 años, quienes tengan hijos pequeños en este momento quizás desearán no haberlos expuesto a lo que viene. Es una tragedia que no exista certeza sobre si podremos vivir o no en un mundo que estará caotizado por los desequilibrios térmicos, la contaminación, la escasez de energía, agua y alimentos, y la violencia social que habrá al no contar con suficientes recursos para que sobreviva tanta gente. Para eso es lo que tenemos que prepararnos, no para llenarnos los bolsillos a corto plazo con el dinero de todos, en proyectos “energéticos renovables” que van a terminar siendo una montaña de escombros.

 

Comentarios

  1. Es un excelente escrito, sobre tamaña dificultad energética que tenemos y su magnífica propuesta de aprovechar la energía que aún tenemos y convertir a Venezuela en un gran conuco. Agregaría lo que nos dice Roberto Delgado, hay que hacer la Planificación Estratégica a unas tres décadas, definir lo que haremos con el gas. Industrializar a Venezuela hasta donde nos alcance con esto. Igualmente agregaría lo que de una u otra forma nos dice desde hace mucho tiempo, Félix Mansilla: desarrollar nuestros medios de producción de acuerdo a nuestras necesidades. Tener las fábricas de fábricas. Sustituir importación por producción nacional. Pero se sigue importando hasta productos de la bolsa de alimentos, alimentos procesados y enlatados. A este renglón que llega más para los del centro del País que para los del interior, hay que hacer un agradecimiento porque nos quitó las filas que nos hacía hacer el de los supermercados de los lis supermercados, pero ya hay que hacer un análisis de este propósito que se duplicó por mes. Quién o quiénes compraran a cien y nos lo venden a uno %. Presumo que unos cuantos se están lucrando de esto.
    Agradezco la oportunidad de escribir este comentario.
    Carmen Pahmer
    cpahmer@gmail.com
    Ref. RD
    https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/la-leyenda-urbana-sobre-superchevron-o-el-caballo-de-troya

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